Revista Ecos de Asia

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This article was written on 07 Jun 2017, and is filled under Arte.

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El Japonismo de la familia Masriera III

En anteriores artículos ya pudimos conocer quiénes formaban la familia Masriera y cuáles eran sus inquietudes por la cultura y el arte japonés, afición que les llevó a atesorar una vasta colección, que a continuación vamos a  presentar.

El inicio de la compilación tiene lugar hacia finales del año 1860, con la primera compra de piezas por parte de Francesc y Josep, aunque fue con Lluís cuando la muestra aumentó considerablemente gracias a sus adquisiciones en las tiendas de Barcelona y en las ciudades europeas que visitó. Cabe la posibilidad de que algunas obras fueran traídas desde el mismo Japón, ya que Lluís pudo tener como intermediario a un primo, llamado Francisco Carol, que residió en Kobe, Yokohama y Manila.[1] Es muy difícil llegar a conocer por completo este compendio porque muchas piezas se han dispersado y además, las fuentes que existen sobre esta son escasas.

Buda Sakyamuni.

El conjunto estaba conformado fundamentalmente por artesanías y artes decorativas, que técnica y estéticamente estaban arraigadas en la tradición artística nipona, como es común en todas las colecciones que se forjaron en la época. Las  piezas  que llegaron a Occidente durante los periodos Meiji y Taishô fueron, por una parte, productos de cronología anterior a la modernización del país, en especial del periodo Edo, objetos que habían caído en desuso en el Japón Meiji a causa de la occidentalización o que no tenían por entonces la valoración que antaño tuvieron; por otra parte, se exportaron a Occidente objetos creados específicamente para el consumo exterior (aunque siguiendo las técnicas tradicionales), un tipo de manufacturas fomentadas por el propio gobierno Meiji para reactivar la producción artesanal del país y el comercio. Muy frecuentemente respondían a las preferencias de europeos y americanos a los que atraían aquellas obras que reflejaban la prototípica imagen del Japón tradicional que se generó en la época y que enamoró a los occidentales. Recogían temas como las delicadas mujeres japonesas vestidas con quimonos y los valientes samuráis; los monumentos y paisajes más representativos (como puede ser el Monte Fuji);  tipos populares o  figuras extraídas del mundo religioso o de las leyendas y cuentos, etc. Asimismo, algunos de los objetos hechos para la exportación se adaptaron a determinados usos propios de Occidente; es el caso por ejemplo de los juegos de té o café de cerámica, tarjeteros y figuras decorativas de marfil, muebles-gabinetes lacados, etc. Pero conozcamos las piezas japonesas de la colección Masriera.

Bodhisatva Jizô Bosatsu.

Contaron con dos esculturas budistas, una de ellas del periodo Edo (1603-1868) que representa al Buda Sakyamuni[2] o Buda histórico, fundador del Budismo (también conocido como Siddhartha Gautama, nacido en el siglo VI a. de C.). Presenta los signos característicos de Buda: la aureola, símbolo de santidad y bondad; el peinado en moño o usnisha, como representación de la meditación; la urna entre sus cejas, como insignia de iluminación y sabiduría; los párpados entornados, como signo de concentración espiritual; la sonrisa esbozada y el rostro sereno como imagen de equilibrio; los lóbulos alargados de las orejas aludiendo a la grandeza, nobleza y sabiduría; los pliegues en el cuello como alegoría de la felicidad y el manto monacal como atributo de austeridad u desprendimiento. Se encuentra sentado sobre una flor de loto que es símbolo de la pureza, y realiza el mudra (gesto de las manos) abhaya o semui, que se asocia a la protección o la ausencia del miedo.

La otra escultura representa al bodhisatva[3]Jizô Bosatsu, también del periodo Edo. Como es habitual en su iconografía específica, encarna la figura de un monje, con la cabeza rapada, el rostro sereno y el manto monacal, y en su mano izquierda porta una joya que cumple deseos o gran perla con la que ilumina el camino, pues se le considera defensor de los viajeros, salvador de los tormentos infernales y protector de los niños difuntos. Esta pieza del periodo Edo, consta de un pedestal que fue comprado por los hermanos Masriera entre 1882 y 1883 en el establecimiento de ebanistería Folch y Compañía, propiedad del crítico de arte Lluís Folch.

La colección, también contó con varias máscaras de teatro noh. Su presencia en esta colección era más que lógica dada la estrecha implicación de Lluís con el mundo del teatro. El teatro clásico noh es un drama lírico japonés que fue creado por Kanami (1333-1384), actor y músico, y su hijo Zeami (1363-1444), actor, dramaturgo y pensador, y que tuvo su apogeo en los siglos XIV-XV. De carácter aristocrático, hermético y muy vinculado al Zen en sus principios y estética, se caracteriza porque los actores que representaban las obras llevaban máscaras que identificaban los distintos tipos de personajes (máscaras de dioses o demonios, máscaras de hombres y máscaras de mujeres).

Por otra parte, los hermanos Masriera se hicieron con ricos tapices y pinturas de sedas. Desafortunadamente, estas piezas desaparecieron, no obstante, en la actualidad el único que perdura pertenece a una colección particular y se trata de un tapiz, del periodo Edo, bordado sobre seda con hilos metálicos que representan un árbol con pavos reales.

Tapiz del periodo Edo perteneciente a la familia Masriera.

Particularmente fue importante el coleccionismo de estampas y libros ilustrados del género conocido como ukiyo-e. Con este término (expresión japonesa que viene a significar pintura del mundo que fluye o del mundo flotante), se define a un género pictórico y gráfico de carácter popular que tuvo su desarrollo en Japón durante el periodo Edo y continuó en el periodo Meiji. Su medio de expresión fue la técnica de la xilografía o grabado en madera (en especial la nishiki-e[4]) que fue utilizada para reproducir varios temas como las mujeres hermosas de los barrios de placer de las grandes ciudades, los actores del popular teatro kabuki (tipología clásica del teatro japonés, destinada a las clases populares), etc. Estas obras tuvieron enorme éxito en Occidente y fueron las más demandas. Hemos de considerar que la propia naturaleza de estas obras hacia que fueran fáciles de coleccionar por su precio relativamente accesible al público así como por su abundancia y cómodo transporte. A ello había que añadir que estos grabados causaron una especial fascinación por reproducir la imagen exótica del Japón, y por ofrecer unos principios y recursos estéticos muy novedosos, que impactaron profundamente en el ambiente artístico de la época, ávido de renovación. En la colección Masriera hubo más de cuarenta estampas de la escuela Utagawa, además de otros grabados e ilustraciones de artistas como Torii Kiyonaga (1752-1815), Utagawa Hiroshige (1797-1858), Katsushika Hokusai (1760-1849),  Watanabe Nobukazu (1874-1944) y Yôshû Chikanobu (1838-1912).

Fiesta de la contemplación de las flores del cerezo, Yôshû Chikanobu, 1894

Dado que uno de los aspectos que más llamó la atención del  Japón tradicional  fue la mujer japonesa, en su imagen de delicada geisha o sumisa esposa, no es extraño que los quimonos de seda, los abanicos y las sombrillas, elementos por excelencia del atuendo femenino de las damas niponas, fueran exportados en considerables cantidades y vendidos en las tiendas occidentales para su uso cotidiano o como objetos de colección, como fue el caso de la colección Masriera, en la que debió de haber más de una veintena de quimonos, cuya compra se atribuye a Francesc, y que plasmó en sus obras pictóricas Antes del baile (1886) y Después del baile (1886), analizadas en el artículo anterior.

Asimismo, otros objetos formaron parte de esta colección tales como: marfiles, piezas de uso cotidiano o decorativo como los netsuke; objetos de cerámica y porcelana, un arca Namban de época Momoyama (1572-1615), jarrones decorados con esmalte cloisonné, una efigie de una grulla de bronce del siglo XIX, un palanquín japonés y la sombrilla adquirida por Josep, que su hijo Lluís hizo famosa en su obra pictórica Sombras reflejadas (1920), expuesta en el artículo anterior, así como objetos vinculados al atractivo icono del samurái como las espadas, empuñaduras, o tsuba, los guardamanos de la espada japonesa.

Todas estas piezas se ubicaban en el taller familiar que el 26 de noviembre de 1913 Lluís abrió al público como Museo Masriera. Estos vestigios japoneses fueron cedidos en el año 1932 al Museo de Artes Decorativas de Pedralbes, donde fueron expuestos hasta la llegada de la Guerra Civil, cuando muchas de las piezas fueron trasladadas al Museo Masriera en Sant Andreu de Llavaneres que había sido creado por Lluís en 1928 (no debemos olvidar que las raíces de esta saga de artistas se encuentra en este pueblo).Lamentablemente, muchas de las obras fueron vendidas por los descendientes de Lluís; otras piezas fueron pérdidas durante la Guerra Civil; por ello desconocemos la naturaleza y características de muchos de los objetos japoneses. No obstante, como podemos comprobar, la magnitud de la colección oriental de los Masriera fue importante, y por ello no es de extrañar que todas estas obras de arte tan distinguidas y con unas peculiaridades que distan mucho de las del mundo occidental, se convirtieran en la fuente de inspiración de esta saga familiar.

Taller de la familia Masriera.

Para saber más:

  • VV., Japonismo. La fascinación por el arte japonés. Barcelona, Obra Social “la Caixa”, 2013.
  • Bru,, Els orígens del japonismea Barcelona. Barcelona, Institut d’Estudis Món Juïc–Ajuntament de Barcelona, 2011.

Notas:

[1]Bru, Ricard., Els orígens del japonisme a Barcelona. Barcelona, Institut d’Estudis Món Juïc–Ajuntament de Barcelona, 2011, pp. 387.

[2] AA. VV., Diccionario de la Sabiduría Oriental. Budismo, Hinduismo, Taoísmo, Zen. Barcelona, Ediciones Paidós, 1993, pp. 331-332.

[3] En el Budismo Mahāyāna el término bodhisatva designa a un ser que, por el ejercicio sistemático de las virtudes perfectas, alcanza la budeidad, pero renuncia a entrar en el completo Nirvana con el fin de ayudar y guiar a todos los seres hasta que todos ellos estén liberados. Un bodhisatva presta ayuda activa y está dispuesto a tomar sobre sí el sufrimiento de todos los seres y a transferir a los demás su mérito kármico. Son objeto de veneración por parte de los creyentes y ven en ellos guías y ayudas en sus necesidades.

[4]Técnica de estampación llamada también estampado de brocado, es el proceso más desarrollado del ukiyo-e que se comenzó a practicar a partir de 1765 y cuyo pionero fue Suzuki Haronobu. Consiste en una técnica compuesta por varios pasos; el primero era que el editor encargase un proyecto a un artista, una vez aprobado ese proyecto, era enviado a los censores, si se aprobaba el proyecto comenzaba el grabado de los bloques de madera o planchas, donde había un bloque principal llamado sumi, donde se grababa el dibujo básico y la firma del artista, el sello del editor, del censor…se grababan las marcas o kento, y se grababan tantos bloques como colores se querían aplicar, en cada bloque un color, y el número de planchas utilizadas mínimo eran 10.

avatar Elena Pilar de Frutos (9 Posts)

Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte por la misma universidad. Actualmente realizando la Tesis Doctoral sobre el impacto del arte y la cultura japonesa en España, especialmente en la producción artística de una familia catalana de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.


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