Una auténtica proeza. Así puede definirse lo que hizo este fin de semana el grovense Isolino Álvarez Fernández, un joven que fue capaz de cruzar a nado la ría de Arousa, entre la parroquia ribeirense de Castiñeiras y la costa meca de O Carreiro.

Muy pocos pueden presumir de la fortaleza física, y sobre todo mental, de la que hizo gala este conocido vecino meco de 38 años y 75 kilos de peso al que puede verse a diario tras la barra de la cafetería Isolino, en la céntrica calle Castelao.

El sábado se olvidó por completo de su trabajo como camarero para centrarse de lleno en el reto que se había marcado y cruzar la ría, lo cual, no cabe duda, es tan meritorio o más que su hazaña anterior: nadar desde la península meca hasta la isla de Ons.

Cuando se lanzó al agua, en la playa de Castiñeiras, lo hizo con la intención de avanzar casi en línea recta, para así llegar a O Grove después de poco más de 8 kilómetros y en apenas tres horas. Esos eran sus cálculos iniciales, pero ya se sabe que en el mar nada es sencillo, y él también pudo comprobarlo.

Había luna llena, y eso significa mareas vivas, es decir, fuertes corrientes. La ría empezaba a bajar su nivel y la fuerte corriente de salida del agua, la que vacía Arousa, se cruzó en su camino. Fue cuando se encontraba atravesando el canal de navegación, el punto de mayor profundidad y, también, el de corrientes más fuertes. Isolino Álvarez era arrastrado y su aventura iba camino del fracaso.

La bajamar hacía que el nadador perdiera el rumbo y fuera desplazándose poco a poco hacia la boca de la ría, prácticamente hasta llegar a la isla de Sálvora.

Allí, a la altura del islote de Noro, no le quedaba más remedio que redoblar esfuerzos y nadar a contracorriente. Estuvo a punto de abandonar y subirse a la embarcación de apoyo que viajaba cerca de él, pero no lo hizo. Eran las ocho de la tarde y cada vez tenía más frío, pero de pronto se topó una zona de calma, y a lo lejos divisaba la costa de Con Negro. Eso lo animó, y siguió nadando. Avanzó hasta O Carreiro, y cuando ya se había puesto el sol logró tocar tierra firme. ¡Había empleado cinco horas para nadar once kilómetros!