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A don Gregorio Gullón, maestro de escuela

«Siete meses sin recreo». Este era el titular más leído en la prensa española de la primera semana de junio. Siete meses es mucho tiempo. Estaba claro que se trataba de un castigo duro a un prepúber, dado que la privación de libertad en el patio de la escuela y la pérdida del descanso merecido duele a cualquiera, pero sobre todo a quien hace más daño es a los menores. Estará preguntándose qué cosa tan terrible ha podido causar una condena casi carcelaria. Me pasó lo mismo que a usted y tuve que leer más. El alumno en cuestión no había entregado un trabajo de música. (“El castigo de la maestra impide a un niño salir al patio durante 7 meses”, Vicente Tafaner, Levante; 5-06-2018).

La respuesta de la docente fue desproporcionada y, supuestamente, fruto de un arrebato. Afortunadamente, la existencia de un Plan de Convivencia escolar garantiza el cumplimiento de las normas y medidas establecidas por la ley, que han sido previamente consensuadas por el Claustro de profesores y aprobadas en el Consejo Escolar. Resumiendo, un profesor no puede imponer un castigo motu proprio. El profesorado necesita el respaldo de las instituciones y la ley. Al parecer, según los padres del alumno afectado, su hijo llevaba la pena en silencio desde octubre del año anterior hasta que ellos descubrieron lo que estaba pasando. El niño solo tiene 9 años, y (sigue aquí la versión de los padres) su hijo es el mejor de la clase.

No obstante, en honor a la verdad, a mí me parece que falta algo. No se entiende que el mejor alumno de clase sufra un castigo exagerado por parte de una educadora, ni tampoco se entiende que no haya entregado un trabajo a tiempo. No obstante, podría ser. Ahora bien, habría que escuchar a la maestra de música.

Es cierto que un titular así “siete meses sin recreo” seguido de “por no entregar un trabajo de música” suena muy mal (perdone el juego de palabras). Es extraño que estas cosas sucedan hoy. La gente se comunica literalmente cuando quiere y de la manera que le viene en gana. Los centros educativos ponen a disposición de los alumnos y los padres varias vías de contacto: teléfonos inteligentes, correos electrónicos, agenda de clase, etcétera.

Una maestra de escuela normalmente suele disfrutar de su trabajo, le gusta estar rodeada de niños y pasar el tiempo con ellos.

De pequeño yo también fui a la escuela. Tuve maestros buenos, malos y regulares. De todos ellos aprendía cosas. Algunos de mis compañeros de colegio crecieron pensando que un maestro les tenía manía y no les soportaba en el aula. Por otro lado, hubo alumnos que cogieron manía muy pronto al maestro que les enseñaba y corregía. Curiosamente, la víctima del desprecio de estos alumnos solía ser el maestro más distante, el hombre serio que hacía bien su trabajo.


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