«Es una catástrofe para la cristiandad y para los fieles de todo el mundo. Nos sacude duramente. Y nos llama dejar a un lado las divisiones que están afligiendo a la Iglesia». Está desesperado el cardenal francés Paul Joseph Jean Poupard, historiador de las religiones, presidente emérito del Pontificio Consejo para la Cultura y del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Una figura de relieve de la Curia romana. «No logro despegar la mirada de las escenas angustiantes en la tele», dice el purpurado de 89 años desde su habitación vaticana. «Me siente aniquilado aquí por las llamas que están plegando París y destruyendo el corazón espiritual de todo el país». El «devastador» incendio en la catedral de Notre-Dame «me parece una escena de una película, es increíble. No puedo creerlo», repite insistentemente.

 

Después subraya: «es un drama enorme, que no se circunscribe a Francia ni a los franceses, lo es para el planeta entero». No se trata del derrumbe «de muros y piedras: se ha caído un pilar de la cultura y de la historia, la historia de la humanidad, de todos los países, desde Europa hasta América».

 

Vuelven a surgir en Poupard los recuerdos personales del periodo que pasó en la capital francesa: «Era rector del Instituto católico, encargo que mantuve durante diez años. Estuve muchas veces en Norte Dame, pronuncié conferencias y participé en congresos». En sus recuerdos «y en el corazón están pasando vertiginosamente las imágenes de esos momentos. Y de los miles de fieles, peregrinos, turistas que cada día admiraban con las bocas abiertas Notre-Dame».

 

Pero Poupard, como hombre de fe, quiere pensar también en el futuro. Inmediatamente. «Precisamente en este momento histórico tan difícil y duro para la Iglesia universal, la tragedia de Notre-Dame, lugar simbólico de la cristiandad, nos debe unir. Debe reunir en armonía a todos los cristianos». Porque las llamas de París son «algo que supera nuestras divisiones. Debe ser así».

 

Pensando en los fieles, Poupard sugiere: este incidente, acaso irreparable, sea cual sea la causa, «también debe hacernos reflexionar sobre nuestra existencia terrenal, recordándonos que es precaria, frágil, imprevisible. Y nos debe enseñar que hay que vivirla poniendo al centro las cosas esenciales de la vida». Empezando por la «fraternidad». Otro signo importante para el cardenal es la «solidaridad inmediata que está llegando a París de muchos países y de la gente común»: el sentimiento de «unión que se respira ayudará, por supuesto, a afrontar este momento tremendo, los daños deprimentes, y a levantarnos de esta caída tan dura».

 

También la Santa Sede se expresó sobre lo sucedido, comunicando en una nota oficial que se enteró «con shock y tristeza» de la «noticia sobre el terrible incendio». Y dedica un pensamiento a «los bomberos y a cuantos están haciendo lo posible para afrontar la dramática situación».

 

Este artículo fue publicado en la edición de hoy del periódico italiano “La Stampa”

 

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