Revista Ecos de Asia

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This article was written on 05 Sep 2014, and is filled under Cultura Visual, Historia y Pensamiento.

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“Molla Nasraddin” (1906-1931) y la insolencia transcaucásica ilustrada

A partir del siglo XIII aparecieron en todo el ámbito turco una serie de historias y anécdotas relacionadas con un mulá socarrón, llamado Nasreddín Hodja, que desde entonces han sido utilizadas de manera humorística y/o moralizante, enfocadas tanto hacia un público infantil, como, bajo un enfoque satírico, hacia uno mucho más adulto.Esas historias contaron con innumerables revisiones y subversiones y, en 1906, engendraron un hijo bastardo profundamente trascendental: la revista Molla Nasraddin, destinada a convertirse en una de las revistas más leídas del mundo musulmán, y la primera de su tipo.[1]

Las enseñanzas de Nasreddín Hodja, un sufí del imperio selyúcida, pueden entenderse bajo lo que en Aragón denominamos humor “somarda”: no se sabe muy bien si el mítico mulá se está quedando con nosotros o si, en realidad, le falta un hervor.[2]

El mulá Nasreddín y su burro, en una miniatura tradicional.

El mulá Nasreddín y su burro, en una miniatura tradicional.

Epítome del humor, y acaso del carácter de la Turquía islámica, las aventuras de Nasreddín y su burro fueron muy célebres y apreciadas en lugares tan distantes como Italia, la India o China, a lo largo del extenso corredor geográfico y cultural que constituye todo el universo musulmán del Mediterráneo y el centro de Asia. Y fue justo en el centro, en la infravalorada y convulsa Azerbaiyán, donde la verba del sabio sufí sirvió como pretexto para una de las publicaciones más leídas e influyentes de todo el mundo islámico, del Magreb al sudeste asiático: Molla Nasraddin (“el mulá Nasreddín”- el nombre bajo el que se conocía Hodja en el ámbito persa). Y lo fue no precisamente por su carácter religioso, sino por su vena insolente, profundamente anti-religiosa y contestataria:

Con un afilado sentido del humor y unas cautivadores y realistas ilustraciones evocadoras de un Honoré Daumier o Tolouse Lautrec del Cáucaso, Molla Nasreddin atacaba la hipocresía del clero musulmán, las políticas coloniales de Estados Unidos y las Naciones Europeas hacia el resto del planeta y la corrupción venal de las élites locales, a la vez que luchaba repetida y convincentemente por la Occidentalización, la reforma educativa y la igualdad de derechos para las mujeres (Slavs and Tatars, 2011).

Mujeres azeríes y un matrimonio ruso se horrorizan respectivamente del otro. Vía Slavs and Tatars.

Mujeres azeríes y un matrimonio ruso se horrorizan respectivamente del otro. Vía Slavs and Tatars.

La publicación partía de la iniciativa de Jalil Mammadguluzadeh (1866-1932), convencido jadidista azerí que se convirtió en ese momento en una de las figuras más destacadas de la intensa vida cultural de su país. Como muchos otros de sus compañeros de movimiento, Mammadguluzadeh creía en que un mundo musulmán moderno era posible (modernidad que se entendía en relación con la occidentalización, por supuesto), que el principio de las reformas debía venir de la educación y que, para lograrlas, hacía falta impulsar el uso de materiales escritos, por entonces bastante escaso en el ámbito musulmán –con la salvedad de Egipto–.

Las "viejas tradiciones" y las "antiguas ciencias", respectivamente, no dejan avanzar al tren del progreso. Vía Slavs and Tatars.

Las “viejas tradiciones” y las “antiguas ciencias”, respectivamente, no dejan avanzar al tren del progreso. Vía Slavs and Tatars.

Mammadguluzadeh no se contentó con crear un diario, como ya habían hecho otros jadidistas, sino que decidió embarcarse en una empresa mucho más audaz: crear la primera revista satírica del mundo musulmán asiático. Y lo hizo con gran éxito, pues Molla Nasraddin llegó a contar con más de 12.000 suscripciones, sin contar las ventas libres.[3] Fue, aunque con numerosos parones, una revista –en principio- semanal, de apenas ocho páginas de extensión, la mitad de las cuales solían ser ocupadas por las delicadas y dedicadas ilustraciones.

Pluralista desde sus comienzos, la publicación comenzó en 1907 con sede en Tiblisi (actual Georgia) –en donde estuvo hasta 1916–, aunque sus atrevidas críticas le valieron varios cierres y censuras, lo cual acrecentó el carácter casi itinerante de la editorial de Mammadguluzadeh: en 1921 pasó a Tabriz (actual Irán), y en 1922 se instalaría en Bakú, en donde permanecería hasta su cierre en 1931.[4] A lo largo de estas dos décadas y media, Azerbaiyán y los países de los que dependía cultural y políticamente –Rusia, Turquía e Irán– vivieron radicales cambios políticos,[5] a pesar de lo cual la publicación consiguió ir sobreviviendo a la censura.

Los ángeles victoriosos, portando tiaras iraníes, portan estandartes de la Libertad, la Justicia, y en el centro, la Constitución.

Los ángeles victoriosos, portando tiaras iraníes, portan estandartes de la Libertad, la Justicia, y en el centro, la Constitución.

El uso de la imagen figurativa, y particularmente de la antropomórfica, resultaba ciertamente audaz y controvertido en un país de mayoría musulmana, más aún teniendo en cuenta la crudeza con la que era representado el clero. Pero el uso de la imagen no era únicamente un elemento de trasgresión, sino una herramienta de gran utilidad frente a los niveles de analfabetismo de la población, que gracias a las ilustraciones podía disfrutar de los contenidos de la revista al mismo tiempo que la intelligentsia.  Esta accesibilidad explica, a su vez, el altísimo número de suscripciones de la revista en sus mejores momentos.

"-¿Tiene el periódico Haqiqat? -No traemos diarios musulmanes. Es por una simple razón: es la primera persona que nos pide uno." Vía Slavs and Tatars.

“-¿Tiene el periódico Haqiqat? -No traemos diarios musulmanes. Es por una simple razón: es la primera persona que nos pide uno.” Vía Slavs and Tatars.

Pero ¿cómo podía escapar una publicación semejante a la censura religiosa? Muy sencillo: porque no era ante ella ante la que tenía que responder. Quizás, antes de profundizar en sus contenidos y en sus mecanismos de transgresión, haga falta recordar brevemente el complicado contexto histórico de la nación azerí, que, en aquellos momentos, y desde casi hacía un siglo, había estado bajo dominio del Imperio Ruso. Como otras naciones transcaucásicas, Azerbaiyán se encontraba en una encrucijada política y cultural que dio como resultado un movimiento cultural más que intensivo durante las décadas que precedieron al estalinismo, y que encontraron en los años y en las páginas del Molla Nasraddin su máximo exponente.[6]

Nación de mayoría musulmana, los azeríes se encontraban en un proceso de hibridación cultural, divididos entre los Imperios otomano –a quien se debían lingüísticamente–, ruso –bajo cuya esfera política, desde su variante más conservadora a la más liberal, se movían– e iraní, con quien guardaban más relación espiritualmente, constituyendo la minoría azerí hasta un 30% de la población del país vecino. De hecho, poco diferían de los habitantes de la provincia de Azerbaiyán oriental de Irán, con capital en Tabriz–tradicional reducto progresista iraní, y que de hecho sería una de las múltiples sedes de la revista–, e incluso, de los armenios, sus sempiternos “enemigos” cristianos.

La niña musulmana se lamenta al quedarse en casa, mientras que la niña judía puede ir a la escuela. Vía Slavs and Tatars.

La niña musulmana se lamenta al quedarse en casa, mientras que la niña judía puede ir a la escuela. Vía Slavs and Tatars.

El comportamiento del hombre azerí, respectivamente, con su esposa azerí y con su amante rusa. Vía Slavs and Tatars.

El comportamiento del hombre azerí, respectivamente, con su esposa azerí y con su amante rusa. Vía Slavs and Tatars.

En medio de todo este batiburrillo, había aparecido a finales del siglo XIX un movimiento de intelectuales musulmanes, algunos de ellos túrquicos, y formados en una sólida tradición rusa –es decir, europeizante–, que arengaban contra las doctrinas tradicionalistas de los ulemas y de la escuela islámica, abogando por un movimiento de renovación y modernización del Islam, y que fueron conocidos como jadidistas (de jadid, “nuevo”). Mammadguluzadeh era, por supuesto, uno de ellos, pero para su revista además contaba con todo un equipo de escritores e ilustradores musulmanes y cristianos, y no menos contestatarios.[7]

"-Doctor, ¿podría dejar de sacarme la sangre? Pronto moriré.  -No, su sangre es haram, porque aspira a la reforma, así que vamos a tener que sacar hasta la última gota". Vía Slavs and Tatars.

“-Doctor, ¿podría dejar de sacarme la sangre? Pronto moriré. -No, su sangre es haram, porque aspira a la reforma, así que vamos a tener que sacar hasta la última gota”. Vía Slavs and Tatars.

Valiéndose del tradicional componente satírico de la tradición centroasiática (ejemplificada en autores como Ali-shir Nava’i o Ahmad Yasavi) y, por supuesto, de las ya mencionadas historias de Nasreddín Hodja, Mammadguluzadeh se las ingenió para componer una revista integradora aunque no conciliadora, que arremetía absolutamente con todo y contra todo, tal y como demostraban las primeras palabras de su primera editorial:

Tbilisi:

Me dirijo a vosotros, hermanos míos. Me refiero especialmente a aquellos a los que no les gusta lo que tengo que decir, que ponen excusas para escuchar mis palabras. (…) Insisto, porque los sabios se han pronunciado: dirige tus palabras a aquellos que no te escuchan.

¡Ay hermanos! Hay veces que habéis escuchando palabras humorísticas de mi parte, que habéis abierto vuestras bocas hacia el cielo, cerrado los ojos y reído tan fuerte que casi se os rompen los intestinos, usado vuestras faldas como si fueran pañuelos para secar vuestros ojos. (…) Pero no creáis que os estáis riendo de Molla Nasraddin. (…) Si queréis saber de quién os estáis riendo, situaros delante de un espejo y echad un dedicado vistazo a vuestras propias caras. He completado lo que quería decir.

Por otra parte, tengo una disculpa: perdonadme, hermanos turcos, por dirigirme a vosotros en la clara lenguas de los túrquicos. Sé  que es vergonzoso hablar en turco y que evidencia la falta de conocimiento personal. Sin embargo, es necesario recordar los días pasados (…) De vez en cuando, para recordar los bellos días pasados, ¿qué vergüenza hay en hablar la lengua materna?”

(firmado) Molla Nasraddin.

En la propia editorial se afirmaba y confirmaba uno de los estatutos principales de la revista: el uso del turco azerí, o “turco” a secas, como solía ser denominado en la época. Con una intención claramente nacionalista y reivindicativa, Mammadguluzadeh eligió una lengua materna como vehículo de expresión, no sólo dentro de una interesante estrategia que le haría poder llegar a un mayor número de lectores –especialmente, en lugares más rurales alejados de la enseñanza rusófila–, sino como un verdadero acto de declaración de intenciones. Aunque arremetía contra muchas de las tradiciones (y supersticiones) de la sociedad azerí, Molla Nasraddin era ante todo una publicación nacionalista, no del Azerbaiyán de entonces, sino del que Mammadguluzadeh y sus compañeros pensaban que debería ser: moderno, integrado políticamente, y por qué no, musulmán.

Los religiosos tradicionales intentan escalar hacia la cultura europea a la manera traidicional, mientras que los reformistas seculares lo hacen mediante la lectura y el conocimiento. Vía Slavs and Tatars.

Los religiosos tradicionales intentan escalar hacia la cultura europea a la manera traidicional, mientras que los reformistas seculares lo hacen mediante la lectura y el conocimiento. Vía Slavs and Tatars.

Y, para ello, debía ser un país que no se dejase colonizar por las imposiciones elitistas de los estados que le rodeaban. Una de las más claras muestras era el asunto idiomático, pues el turco azerí, la lengua hablada por la mayoría de la población, era denigrado de manera oficial –para estos asuntos se utilizaba el ruso– y religiosa –donde se utilizaban el árabe y el persa–, y era conocido despectivamente como “turco”,[8] llegando incluso las clases altas y educadas a comunicarse entre ellas en ruso por temor resultar vulgares ante sus congéneres. Con este panorama, era lógico que Mammadguluzadeh apostase por el lenguaje nacional, siendo Molla Nasraddin una de las primeras publicaciones en hacer uso del turco azerí, lengua que en menos de un siglo pasó a escribirse en tres alfabetos diferentes –árabe, latino y cirílico–. Esto generó grandes dificultades para la educación, pero los tres sistemas sin embargo convivieron sin problema, como puede apreciarse en las imágenes, en las páginas de la revista. Ésta no es sino otra de las innumerables muestras del carácter integrador de la publicación, en la que junto a los textos en azerí, aparecían en ocasiones textos en otras cuatro lenguas.

"¡Queridos hermanos, yo ya tengo una lengua, así que no intenten introducirme otras!" - grita el azerí al árabe, ruso y persa. Vía Slavs and Tatars.

“¡Queridos hermanos, yo ya tengo una lengua, así que no intenten introducirme otras!” – grita el azerí al árabe, ruso y persa. Vía Slavs and Tatars.

Carácter integrador pero no conciliador. Y es que Molla Nasraddin, como buena revista plural, arremetía con todo, a veces incluso contra ella misma: denunciaba la ignorancia, la corrupción, el fanatismo y la hipocresía de musulmanes y cristianos, de religiosos y seculares, de armenios, rusos, iraníes, otomanos y de los colonialistas occidentales, de los iletrados y de los intelectuales, y, por supuesto, de los propios azeríes. Gracias a todos estos elementos, la revista tuvo una enorme influencia entre sus lectores, lo que la llevó a ser una de las principales publicaciones del mundo musulmán, y en lengua túrquica, siendo además citada por numerosas publicaciones en varias lenguas de lugares tan distantes como Estambul, Teherán, Moscú o París.[9]

"¡Querido, no salgas de casa! Alguien podría echarte un mal de ojo!" - dice la mujer al marido. Y es que, ante todo, Molla Nasraddin se burlaba de los propios azeríes y sus supersticiones.

“¡Querido, no salgas de casa! Alguien podría echarte un mal de ojo!” – dice la mujer al marido. Y es que, ante todo, Molla Nasraddin se burlaba de los propios azeríes y sus supersticiones.

En la siguiente entrega desgranaremos los temas de los que se ocupó la revista y estudiaremos su compleja relación con la multicultural y multiétnica sociedad azerí.

Para saber más:

  • El colectivo de artistas Slavs and Tatars publicó hace unos años una selección digital y comentada de algunas de las ilustraciones de la revista (de cuya traducción al inglés derivan las nuestras), ciertamente interesante y que puede consultarse online. Slavs and Tatars, Molla Nasreddin: the magazine that would’ve, could’ve, should’ve. Zurich, Cristopher Keller Editions y JRP Ringier Kunstverlag, 2011. Disponible en: http://www.slavsandtatars.com/MOLLA.pdf
  • Por otra parte, algunos de los textos de la revista (a cuyas traducciones al inglés debemos las nuestras), examinados desde la perspectiva del humor, pueden encontrarse en Paskoy, H.B., “Elements of humor in Central Asia: The example of the Journal Molla Nasreddin in Azarbaijan”, en von Mende, Erling,  Turkestan als historischer Faktor und politische Idee. Baymirza Hayit Festschrift, Colonia, Studienverlag, 1988, pp. 164-180. Disponible en: http://vlib.iue.it/carrie/texts/carrie_books/paksoy-6/cae19.html
  • Para un mejor contexto sobre la prensa satírica musulmana en el Imperio Ruso, véase Benningse, A., “Molla Nasreddin” et la presse satirique musulmane de Russie avant 1917”, Cahiers du Monde russe et soviétique, Vol. 3, No. 3 (Julio – Septiembre de 1962), pp. 505-520. Disponible online en: http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/cmr_0008-0160_1962_num_3_3_1523

Notas:

[1] Debido a su enorme trascendencia, la revista ha sido objeto de importantes estudios académicos:; además de los de Paskoy y Slavs and Tatars que aquí citamos directamente, la publicación atrajo la atención de los estudiosos ya durante las décadas centrales del siglo XX (Hajibeyli, Bennigsen Molla, Lemercier-Quelquejay), produciéndose a partir de la década de los 80 los estudios más exhaustivos (Mirahmadov, Memmedli).

[2] Un ejemplo de este tipo de humor puede apreciarse en la siguiente historia (Yoha es otra forma de transliteración de Hodja):

Un día, Yoha pidió a su vecina que le prestara una olla grande porque tenía muchos invitados. La vecina se la prestó dándole toda clase de instrucciones.

 —No te preocupes —le aseguró Yoha—, la cuidaré mucho y mañana te la devolveré.

Pasaron unos días y Yoha no había devuelto la olla, lo que llevó a la vecina a dirigirse a su casa para pedírsela. Yoha, alegre, le contestó:

 —Tengo una gran noticia que comunicarte: tu olla ha dado a luz a una pequeña olla.

 Se dirigió a la cocina y volvió con la olla, que contenía otra pequeña olla igual en su interior.

 — ¡Qué sorpresa! —exclamó la vecina—. Me da pena separarlas ahora. Te las dejaré unos días más por si las necesitas.

Y se fue pensando que acabaría teniendo más ollas. Al cabo de unos días, Yoha se dirigió a la casa de la vecina y le comunicó que tenía una mala noticia.

 —¿Qué pasa? —preguntó la vecina.

 —La olla grande se ha muerto esta mañana —dijo Yoha.

 —¿Qué piensas, que soy una idiota para creer que una olla puede morir?

 —Pues la semana pasada no tenías ningún problema en creer que la olla daba a luz —le contestó Yoha con una sonrisa.

Extraída de: www.avempace.com/file_download/…/ANÉCDOTAS+DE+YOHA.pdf

[3] Para comprender el impacto de la revista, tenemos que entender que estos números constituyen una cifra que dobla, proporcionalmente, la tirada de la publicación azerí actual más vendida, algo especialmente relevante si se tiene en cuenta el ínfimo porcentaje de población alfabetizada en aquellos años. La revista, que fue un éxito instantáneo con más de mil ventas en su primer día, tuvo además a casi un tercio de sus lectores en el norte de Irán.

[4] Para entender estos cambios en la ubicación de la editorial, debemos revisar los acontecimientos políticos que acaecieron en la región. En el momento fundacional de la publicación, Tiblisi era la capital de la región de Transcaucasia, perteneciente al Imperio Ruso, una ciudad políglota y multicultural –aunque de mayoría musulmana– en la que una revista como Molla Nasreddin adquiría su sentido y su extensión (más si cabe que en territorio azerí).Sin embargo, tras los tumultos ocasionados por la Revolución Rusa, y encontrando gran oposición por parte de las autoridades, además de poco interés por parte de los lectores, la revista cerró sus puertas para abrir de nuevo en Tabriz, en el norte de Irán, en 1921. Situada por primera vez fuera de los dominios rusos, la revista relajó entonces su crítica hacia la sociedad y el Gobierno iraní y acrecentó las mismas contra el régimen soviético. El año en Tabriz sería problemático con las autoridades y tampoco arrojó muy buenas ventas. Sin embargo, cuando los bolcheviques invadieron y se apoderaron de Bakú, tradicional bastión azerí y hasta aquel momento capital de la efímera República Democrática de Azerbaiyán (1918-1920), la revista se trasladó a la misma, donde viviría su última, aunque más relajada, etapa.

[5] Aunque son bien conocidos los devenires políticos de Rusia durante estas décadas (pasando de Monarquía absoluta a constitucional, y de ahí a una Guerra Civil y a un Estado socialista), no hemos de olvidar cómo el Imperio Otomano vivió sus últimos años inmerso en una profunda corrupción, tras lo cual sobrevino su derrota en la Primera Guerra Mundial, la ocupación de muchos de sus antiguos territorios por las potencias ganadoras, una guerra que los turcos llamaron “de Independencia”, y la proclamación de un Estado moderno y secular en 1923 por parte de Atatürk. Por su parte, Irán vivió los últimos años de la caduca dinastía Qajar, tras lo cual sobrevino la Revolución Constitucional Iraní (que dio como resultado un Estado constitucional), y en 1921 el general Reza (futuro Shah) Palahvi daría un golpe de Estado antes de modernizar, considerablemente, el país. Todos estos asuntos son tremendamente relevantes, puesto que eran objeto principal de las ilustraciones y artículos de Molla Nasraddin, llegando ésta incluso, en el caso iraní, a ser parte activa de los convulsos acontecimientos políticos.

[6] Los actuales estados de Georgia, Armenia y Azerbaiyán tuvieron en las décadas del cambio de siglo una especial relevancia intelectual, no solamente en base a su rico e híbrido pasado cultural sino a que eran el destino, mucho antes de que como tal se estandarizase Siberia, de los exiliados políticos e intelectuales del régimen imperial ruso. Bajo el ala de la que llegó a ser conocida como la “cálida Siberia”, se refugiaron desde socialistas y narodniks a decembristas y seguidores de diversas sectas. (Slavs and Tatats, 2011).

[7] Aunque presentaremos con mayor detalle a la plantilla en la próxima entrega, debemos mencionar que entre la misma se encontraban autores literarios de la talla de Mirza Sabir (1862-1911), Alí Nazmi (1878-1946) o Zeynelabidin Maraghai (1837-1910), mientras que la sección gráfica corrió principalmente, a cargo de dos artistas occidentales afincados en la región: el georgiano Oskar Schmerling (1863 -1938) y el alemán Josef Rotter.

[8] El turco azerí era denostado incluso por autoridades intelectuales locales de religión musulmana y contrarias al ambiente ruso, como es el caso de Ali-Bey Huseinzadeh, editor de Hayat y Füyuzat, dos publicaciones pan-túrquicas rivales del momento, que llegó a afirmar que “el idioma azerí es el idioma de los simples. La lengua de los pastores. La lengua de la cuna. La lengua literaria debería ser el estambulita.” (Slavs and Tatars, 2011).

[9] Citas y referencias a Molla Nasraddin aparecen en más de ciento cincuenta publicaciones de Oriente y Occidente, especialmente a lo largo del antiguo Imperio Ruso en varios idiomas. Algunas de las más destacadas fueron el Tercüman de Gasprinki en Bachchisarái, Jahan en Tashkent, Ulfet en San Petersburgo, Adalet en Teherán, Turkmenistan en Ashkabat, Hablulmetin en Calcuta, Tenbih en Tabriz, Hurriyet en Samarcanda, Uklar en Oral o la Revue du Monde Musulman en París, además de otras publicaciones en Estambul, Moscú, Tblilisi, Ufá y Yereván (Paskoy, 1988).

avatar Marisa Peiró Márquez (145 Posts)

Marisa Peiró Márquez (marisapeiro@ecosdeasia.com) es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. En esta misma universidad se licenció en Historia del Arte y realizó el Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte, así como el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses. Se especializa en el Arte y la Cultura Audiovisual de la primera mitad del s. XX, y en las relaciones artísticas interculturales, especialmente entre Asia y América Latina (fue becaria del Gobierno de México), con especial interés en el Sudeste Asiático y en Oceanía.


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