Un encuentro de excepción.

Néstor Rivero Pérez

El 7 de julio de 1990, con motivo del cierre del Mundial de Fútbol de ese año en Roma, se congregaron por primera vez en un escenario Luciano Pavarotti, José Carreras y Plácido Domingo, los tres grandes tenores del canto lírico contemporáneo. El magno acto del canto tuvo lugar en las Termas de Caracalla, histórica edificación de la capital italiana, despertando la iniciativa tanto interés en el público, que los patrocinadores dispusieron organizar un espectáculo similar  al cierre de los siguientes mundiales de fútbol.

Algo de historia
La ópera surgió en el marco del Renacimiento italiano. En 1598 Jacopo Peri, compositor y tenor, congregó en Florencia un público al que quiso deleitar ofreciéndole su creación Dafne, con argumento y personajes que evocan leyendas helénicas, naciendo así un género de música teatral que se acompaña de orquesta. En los últimos cuatro siglos se dieron a conocer intérpretes de la música lírica con una tonalidad que se cataloga de extraordinaria. Aunque resulta un tanto arbitrario ordenar un listado con los mejores tenores de la historia, en todas las ordenaciones siempre resaltan los nombres de Farinelli, Enrico Carusso, Mario Lanza, Luciano Pavarotti y Plácido Domingo. Y dicha historia del arte operístico no podría escribirse si se obvia el nombre de los autores cuyos libretos y musicalización nutrieron la presentación de sopranos, mezzosopranos, barítonos y tenores para hacer que el público asistiese a los teatros. Así, desde el ya nombrado Peri, pasando por Monteverdi y Puccini, hasta Giuseppe Verdi, Dimitri Shostakovich y Gian Carlo Menotti entre otros, no se agota con las décadas la notación y argumentaciones del arte musical izado sobre las tablas.

En las Termas
Del mismo modo que el censor Apio Claudio calzó su nombre en las páginas de la historia al iniciar la construcción del camino de piedra que conectaba a Roma con su principal puerto, Brindisi, el emperador Caracalla grabó también el suyo por dos circunstancias: De una parte su rabiosa crueldad contra los cristianos y de la otra debido a la construcción de obras monumentales en la ciudad del Tíber y entre las cuales descuellan hoy las ruinas de las Termas de Caracalla. Así, queriendo dar al concierto de Domingo, Carrera y Pavarotti un grado de munificencia que se equiparase a la historia arquitectónica de la capital de César, los organizadores del concierto estimaron apropiado que el espectáculo se celebrase en las Termas de Caracalla. Así aquel 7 de julio de 1990 las voces de los tres tenores dejaron su impronta sobre las paredes de la construcción a la cual asistía Caracalla, cuando tras retornar de sus campañas militares, relajaba en las aguas termales la fatiga que le embargaba.

Los tres tenores
Y el éxito fue instantáneo, noticiarios de todo el mundo, así como videos y cintas con las voces del trío de cantantes comenzaron a correr por televisoras, CD’s y la naciente internet, mostrando el significado de un acto durante el cual se escucharon composiciones como “Nessum Dorma” de la ópera Turandot, “E’lucevan e stelle” de la obra Tosca, así como piezas populares como la hispana “Granada” y “Oh, sole mío”, del repertorio italiano. En 1994 los tres tenores volverían a reunirse en Los Ángeles a propósito del Mundial de Fútbol escenificado en la metrópoli estadounidense, dejando oír piezas líricas como “Libiamo” de La Traviata y “La donna e móvile” de El Rigoletto, e igualmente otras que requieren tesitura vocal, potencia de pulmones y gracejo escénico de un nivel excepcional, para obtener beneplácito de públicos exigentes. Si bien algunos críticos de este tipo de espectáculo sostienen que la ópera no es arte para los estadios, los defensores de estas presentaciones, y entre ellos el propio Plácido Domingo, han sostenido que este ha sido un medio de dar mayor popularidad al arte de la ópera. Del trío sobreviven Domingo y Carrera; Pavarotti como se sabe, falleció de cáncer de páncreas en 2007.

Sinóptico
1915
Nació Juan Liscano
Una de las plumas más reconocidas del siglo XX venezolano. Promotor cultural, poeta y ensayista, así como polemista desde posturas de centro, Liscano demostró entereza y gallardía en los años ’50 del pasado siglo, frente a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Escribió ensayos como Pensar a Venezuela y Reflexiones para jóvenes capaces de leer. Y en el primer gobierno de Acción Democrática hasta 1948, se desempeñó como presidente del Instituto Nacional de Folklore. Ya con reconocida obra literaria recibió, en 1950, el Premio Nacional de Literatura. De su producción poética se recuerda Nuevo Mundo Orinoco ambicioso “poema-río” según algunos críticos, que se inscribe en la tendencia de Alturas de Machu Picchu, de Pablo Neruda. Entre 1979 y 1984 presidió Monteávila Editores. En los inicios de los años ’90, se involucra políticamente en el opositor Frente Patriótico, en el marco del descontento producido por el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, cuya salida de la Presidencia era solicitada.

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