Hacia Una Nueva Urbanidad en Una Sociedad Igualitaria



Enrique E. Batista J., Ph. D.

Se indaga con frecuencia si la formación en urbanidad desapareció. En efecto, la ley general de la educación (115 de 1994) no incluyó en su articulado el término “urbanidad”, asunto que fue corregido mediante la ley 1013 de 2006. Con frecuencia se evoca, con algo de nostalgia claramente entendible frente a muchos comportamientos impropios bastante generalizados, el Manual de urbanidad de Carreño.

No hay duda de que la urbanidad de Carreño ejerció y modeló el comportamiento de varias generaciones de latinoamericanos. De hecho, muchas de sus normas de etiqueta y protocolo mantienen vigencia y convendría que se aplicaran. Muchas otras, no tanto o en nada. Frente a un mundo y sociedad diferentes con valores y principios sociales, culturales, económicos y políticos hace tiempo que el Manual, al que ya le pasó su sesquicentenario, perdió vigencia como recurso guía y esencial que fue en la formación escolar.

Carmen Benso destaca que fue Erasmo quien elaboró el primer código social para la educación de los niños, “De civilitate morum puerilium” (https://goo.gl/f39xJ4 (contenía preceptos como: “En el comedor lo más refinado es utilizar tan sólo tres dedos de la mano, y no cinco. Esta es una de las marcas de distinción entre las clases superiores y las bajas”. “Si te juntas en la mesa con gentes de rango, quítate el sombrero, pero procura estar bien peinado”. “Muchos extienden, estando sentados, las manos hacia el plato. Así es como lo hacen los lobos”). Código que fue con prontitud acogido en las instituciones educativas católicas y protestantes, impulsadoras de acciones educativas socializadora y moralizadora de las clases populares, consolidando el orden social imperante.   La formación cívica y de urbanidad son inseparables, aprendizaje social esencial para vivir en sociedad, siempre con alto contenido moral (https://goo.gl/pxPg5b).

En 1853, hace 164 años, el venezolano Don Manuel Antonio Carreño Muñoz escribió el “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para uso de la Juventud de Ambos Sexos.” Este Manual fue, por más de un siglo y medio, texto escolar en los países latinoamericanos. Su contenido se centró en enumeración explicada de normas sociales, buenos modales y de etiqueta. Carreño fue político y educador que tradujo al castellano un catecismo francés, lo cual parece que influyó de manera decisiva en su Manual, que en el fondo fue otra forma de catecismo.

En la época en que publicó su Manual y por muchos años después, la inmensa mayoría de la población era rural, el analfabetismo era del 70% o más, y la proporción de la población que estudiaba primaria a duras penas llegaba al 2%. El texto, entonces, fue escrito para un determinado sector de la sociedad urbana, acomodada y con acceso a la educación, texto que formó no sólo en la aceptación del contexto cultural, político y social sino también doctrinal en la fe católica.

El Manual (https://goo.gl/BmZjSq) contenía dos partes: los Deberes Morales del Hombre (para con Dios, la Sociedad y Nosotros mismos) y el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras. Definió la urbanidad como el “conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás la benevolencia, atención y respeto que les son debidos”. María F. Lander lo caracteriza como un conjunto de reglas para la cimentación de una ciudadanía ideal, construido, con un enfoque catequista, sobre bases morales que correspondieron al contexto específico de mediados del siglo XIX. Que una persona cumpliera con ellas le aseguraría desempeño exitoso con orden y armonía en la sociedad.  Era el camino para no ser “incivilizado”, “repugnante” o “vulgar”, adjetivos que abundan en el texto que, desde el ángulo de un sector social alto, excluyente y de una vida acomodada, descalificaba lo que no se acogiera a los mandatos expresados. No fue dirigido a los “inferiores” de la sociedad expresión, que como se anotará más abajo, abunda en el texto frente a los privilegios de los “superiores”. (https://goo.gl/33YScs).

Veamos en detalle algunas de las normas que tuvieron tanta influencia y que hoy no tendrían cabida o sustento:

Existen en las normas del Manual “categorías establecidas por la naturaleza, la sociedad y el mismo Dios”, por lo que obliga a dar preferencia, con rígidas normas de etiqueta, a unas personas sobre otras, como dictados de la “justicia y de la sana razón”. Estipula que todas las relaciones humanas deben comenzarbajo la atmósfera de la más severa etiqueta” y que “cada individuo sepa tomar en sociedad el sitio que le corresponda por su edad, investidura, sexo, etc., etc.” Es una promulgación de la legitimidad de la desigualdad, contrario al contexto actual que, bajo normas sociales claras de convivencia, aceptación y respeto por las diferencias, promulga igualdad de derechos.

El escenario de actuación es urbano, no hay consideración de la vida rural ni de la campesina, de los que viven en palafitos, en malocas o barriadas marginales, que forman parte de los “inferiores”. Fue un Manual para la vida social del sector enriquecido de la sociedad residente en casas amplísimas con multiplicidad de ambientes (“la entrada de la casa, los corredores y el patio principal”, sin olvidar que “en la entrada o vestíbulo debe ponerse un mueble o tener un closet para recibir los abrigos, sombreros, etc., de las visitas.” “El café se sirve en una pieza separada, donde se sitúa una mesa destinada al efecto, o bien en la sala, como se ve generalmente en las reuniones de confianza”. La forma correcta de comer frutas es “siempre con tenedor y cuchillo de plata especiales para postre.”)  
A la mujer el destino la designa como esposa para ciertas y delimitadas funciones, virtuosa llena de sacrificio frente al marido. Ella es en el arreglo de la casa “infinitamente (sic) más responsable que el hombre”. Además, es “altamente impropio que los esposos se hagan en sociedad demostraciones de preferencia y de ternura, que hablen a solas detenidamente, o que aparezcan siempre el uno junto al otro, ya sea que se encuentren en su casa o fuera de ella.”

Señala el Manual que, en el comportamiento en la calle, al “inferior” no le es dable detener al “superior”. El primero le cederá siempre el paso al segundo. “En todos los casos el inferior debe dejar la acera al superior.” Andar con un perro en las calles “es enteramente impropia de personas bien educadas.”

En el contexto de las relaciones sociales, el caballero debe ser siempre presentado a la señora, y el inferior al superior. En las visitas corresponde siempre al superior y no al inferior, y a la señora y no al caballero, poner término a la visita. En ellas no es de buen recibo pedir un vaso de agua. Es muy elegante y decente, en todas ocasiones, el uso de los guantes. A las veladas musicales y artísticas se prescribe que las damas asistan “con vestido de cena (medio escote) sin sombrero y con alhajas”.  Los caballeros, por su parte, en eventos sociales deben vestir “con chaleco y guantes blancos, sombrero de claque de seda y mancuernas de perlas. Los zapatos han de ser de charol y los calcetines negros, de seda.”

También hay normas para el duelo por la muerte de familiares o conocidos. Una restricción inmediata es que las visitas de duelo no la pueden hacer “las personas de etiqueta”, sino en el aniversario de la muerte. Las visitas de duelo no son recibidas por los deudos inmediatos. Las de pésame son recibidas personalmente pasados quince días del entierro. En las visitas de duelo “habrá una mesa frugal no menos que decente, a que la que no asistirán jamás los deudos más inmediatos del difunto.” El luto se divide en luto riguroso y medio luto; el primero consiste en un traje enteramente negro, y el segundo en un traje en que se mezcla el color negro con el blanco o con cualquier color oscuro: A los “abuelos, hijos y nietos, el luto dura seis meses; por un tío o un sobrino, un mes, y por cualquiera otro deudo, dos semanas”.

Hay en el Manual una sección completa denominada “Entre superiores e inferiores”, donde las personas de sentimientos nobles y elevados son siempre modestas, generosas y afables con sus inferiores. El inferior (sic) tratará siempre al superior (sic) con suma atención y respeto.

También tiene otra sección con el título de “Entre ricos y pobres”. En donde la riqueza es un bien divino y la pobreza debe ser aceptada por el pobre como un designio santificado por Dios, pobreza que es recompensada en la vida eterna.  Las consideraciones que el rico debe al pobre… tienen un origen todavía más puro y más sublime en la ley de Aquel que amó y santificó la Pobreza y la situó en el camino del Cielo”.  Y se agrega: “A los pobres les están especialmente prometidos los tesoros de una gloria eterna, el premio de sus sufrimientos se encuentra en el Cielo”, y más: “El pobre debe considerar que las comodidades que puede alcanzar, el alivio de sus penas, dependen en gran parte, ya directa, ya indirectamente, de las empresas que crea y fomenta el rico. Y cuando el peso de la miseria llegue a oprimirle, lejos de contemplar los ajenos goces con el ojo de la torpe envidia, se someterá con religiosa resignación a la voluntad divina, y muchas veces de la generosidad con que éste se desprende de una parte de sus rentas para socorrer sus necesidades”.  El pobre, resignado por tal designio divino, “deberá honrar y respetar en el rico sus nobles atributos, prodigándole todas las atenciones que a sus virtudes le hagan acreedor; pues si la pobreza puede ser una virtud, si ella puede abrirnos las puertas del Cielo, no es ciertamente por el solo hecho de vivir condenados a ella, sino por el de aceptarla como la aceptó el Hijo de Dios, amarla como Él la amó, y acompañarla de todas las virtudes de que Él mismo quiso darnos ejemplo”.

Una formación escolar y ciudadana hoy requiere que todos aprendan y cumplan normas sociales y legales y el conjunto pleno de las formalidades para la sana convivencia. Por ello, la formación moral, cívica y en urbanidad no puede faltar en las instituciones educativas ni en el hogar. Como se señaló, la ley general de la educación de Colombia (115 de 1994) no incluyó en su articulado la palabra urbanidad en su texto. Sin embargo, entre los objetivos comunes de todos los niveles (artículo 13°) está el desarrollo integral de los educandos con sólida formación ética y moral, y el fomento, entre otros, de los principios y valores de la participación y organización ciudadana, la autonomía y la responsabilidad. Este artículo fue complementado por la ley 1029 de 2006 en la cual se señaló que deberán impartirse nociones básicas sobre jurisdicción de paz, mecanismos alternativos de solución de conflictos, derecho de familia, derecho laboral y contratos más usuales. El mismo artículo también fue modificado por la ley 1013 de 2006 donde se expresó que: "El estudio, la comprensión y la práctica de la Constitución y la instrucción cívica, será materializada en la creación de una asignatura de Urbanidad y Cívica, la cual deberá ser impartida en la educación preescolar, básica y media, de conformidad con el artículo 41 de la Constitución Política". En su artículo 3° indicó esta ley que “debe entenderse por urbanidad todas aquellas orientaciones sencillas acerca del comportamiento humano que tienen como fin mejorar la convivencia social.”

Varios e importantes esfuerzos se han hecho en el país para actualizar la formación cívica, en urbanidad y ética. Un caso interesante por su enfoque didáctico claro es el del bloc “Cívica y Urbanidad (https://civicayurbanidad.wordpress.com/) que tiene 32 textos o lecciones de urbanidad y otros 37 de ética. Se resalta en el blog que la misma palabra urbanidad con su rigidez inicial, y normas que en su mayoría no se adecuaron a los tiempos, adquirió una connotación negativa. Destaca bien que civismo es un conjunto de particularidades que nos permiten a todos a vivir en sociedad, a ser buenos ciudadanos.

Hoy la formación social escolar va a más allá del comportamiento individual y de la adopción acrítica de valores y creencias no sustentadas, e insostenibles, las que con el Manual analizado estuvo vigente en Colombia y Latinoamérica desde mediados del siglo XIX. Hay diferentes ambientes para comportamientos y para establecer y mantener relaciones sociales que no existían entonces. Han aparecido nuevos derechos y la búsqueda de la igualdad se volvió una meta universal. Ser una persona educada hoy es un derecho, la desigualdad y la pobreza no se justifican con ningún mandato divino. Se reconoce también variedad de culturas y, por tanto, de normas sociales aplicables en distintos contextos de la interacción humana.

No ha desaparecido la necesidad de primacía de la sana convivencia, ni la formación para el ejercicio pleno de la ciudadanía y del desarrollo pleno y sano de la personalidad. Más bien, se ha hecho imperativa la necesidad de una sólida formación moral, en buenas maneras, buen lenguaje, sana convivencia, solidaridad, vida pacífica en comunidad, el respeto a sí mismo y a los demás, así como la formación concomitante en las normas legales, en los derechos fundamentales de todos y en el cuidado sostenible del medio ambiente. Se trata de la aplicación pedagógica de una nueva urbanidad en el contexto de una sociedad igualitaria




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