La decisión del gobierno socialista español de apoyar la propuesta de Marruecos para la solución del diferendo sobre el Sahara es un acto de realismo y pragmatismo políticos, que debe ser leída en dos vertientes. Por un lado, en el nivel nacional, es una reafirmación del modelo autonómico español como garante de la integridad territorial que, además, ha inspirado la propuesta marroquí para el Sahara. Por otro, ocurre en un momento de reconfiguración de las alianzas estratégicas de Europa en virtud de la compleja coyuntura mundial contemporánea. La guerra en Ucrania y sus terribles consecuencias potenciales, exigen a la Unión Europea garantizar la seguridad del continente y, para ese fin, en su extremo occidente Marruecos es indispensable. En muchos sentidos, Marruecos es para Europa lo que México para Estados Unidos. La seguridad de Estados Unidos depende de la estabilidad de México, así como la de España, Portugal y Europa depende de la estabilidad de Marruecos.

La comprensión del conflicto del Sahara amerita ubicarlo como un producto de la Guerra Fría. En 1958 Marruecos se independizó de Francia, pero la parte sur del país (el antiguo Sahara español) continuó bajo control de España hasta 1976. Tres años antes el Frente Polisario había surgido en esa región con el objetivo de independizarla y reintegrarla al Reino de Marruecos. Con ese fin estableció alianzas con el rey Hassan II. Hacia mediados de esa década, este grupo se radicalizó y se rompió el entendimiento con la monarquía. El Polisario acudió a Argelia, pero fue rechazado. En Libia, Muamar Gadafi le abrió la puerta y ante esto, Argelia lo recuperó de inmediato para sus intereses.

Hacia 1975 se dan los procesos de independencia de las antiguas colonias portuguesas. Para entonces Francisco Franco ya había iniciado negociaciones con Marruecos y Mauritania para la salida de España, pero en noviembre de ese año fallece. En 1976 España abandona el Sahara, sin traspasar su soberanía. En ese momento Argelia ve la oportunidad de hacerse de un territorio afín a su interés de llevar su producción minera del sur directamente al Atlántico y contener la influencia de Marruecos en la región. Así surge el proyecto de establecer la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en el antiguo Sahara Español, un hipotético estado gobernado por el Frente Polisario que, desde entonces y hasta la fecha, ha vivido bajo control argelino.

Desde el surgimiento del proyecto RASD el Frente Polisario se ostenta como el representante de la nación saharaui. Sin embargo, la realidad es que los saharauis bajo su control conforman sólo una porción de esa nación. Hay saharauis marroquíes, argelinos y mauritanos, una enorme proporción de todos ellos son indiferentes al Frente Polisario. El cordón umbilical que lo une con Argelia se convierte hoy en el mayor desafío para la preservación del Polisario como fuerza política. Lo anterior en virtud de que el declive de Argelia ocurre en una coyuntura internacional que la hace una incógnita para la seguridad de Europa y de la Alianza Atlántica. Conforme el paradigma bipolar de la guerra fría se ha ido diluyendo, sólo su incorporación al esquema democrático marroquí puede garantizar al Frente Polisario su supervivencia como fuerza política en el África del Norte del siglo XXI.

Desde 2007 Marruecos ha propuesto como solución al conflicto la integración del antiguo Sahara español como un territorio autonómo bajo su soberanía. La propuesta es realista por tres razones. Primero, porque satisface la observancia del principio de autodeterminación, toda vez que, como lo señala la resolución 2625 (xxv) de la Asamblea General de la ONU del 24 de octubre de 1970, “la libre asociación o integración con un Estado independiente o la adquisición de cualquier otra condición política libremente decidida por un pueblo, constituyen formas del ejercicio del derecho de libre determinación de ese pueblo.” Segundo, porque contempla que el estatuto de autonomía de la Región sea objeto de negociaciones y se someta una libre consulta mediante referéndum de las poblaciones concernidas, conforme a la legalidad internacional, a la Carta de las Naciones Unidas y a las resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad. Tercero, porque contempla una amnistía general y la reinserción de todos, incluido el Frente Polisario, en la vida política, social y económica del reino.

Vivimos el punto de inflexión en el ritmo de dilución del paradigma de la Guerra Fría y el surgimiento de nuevos retos globales le exige a Occidente reconfigurar sus alianzas estratégicas. En este complicado encuadramiento, la propuesta de Marruecos de 2007 es viable para atender un problema potencialmente riesgoso para la seguridad de Europa y de la Alianza Atlántica. De tal suerte, el cambio de posición de España con relación al Sahara refleja el compromiso de ese país con la Unión Europea y con la OTAN. Asimismo, hace evidente la condición prioritaria de la relación hispano-marroquí, el declive de Argelia como actor político y el fortalecimiento del papel estratégico de Marruecos en el reordenamiento de la arquitectura mundial contemporánea.

Investigador de la Unidad de Representaciones Culturales y Sociales de la UNAM, diplomático de carrera durante treinta años y exembajador de México en Marruecos.

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