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La historia que no se ha contado del Giro de Italia

Los difíciles 31 años del ciclismo colombiano en la batalla con los grandes. ¿Por qué solamente ahora, 31 años después, se cumple la predicción de Anquetil?

Rafael Mendoza
28 de mayo de 2014 - 08:52 p. m.
La historia que no se ha contado del Giro de Italia

Creo que llegó la hora de contar una historia que apenas conocemos quienes hemos estado muy metidos en este mundo del ciclismo. Una historia que tiene situaciones sombrías, mafias que se incrustaron en los carros acompañantes de las caravanas ciclísticas y que le dieron un vuelco a la manera de competir en el gran ciclismo.

El último día del Tour de 1983 apareció en el diario L'Equipe una nota firmada por el quíntuple campeón Jacques Anquetil sobre los colombianos titulada: “Si vuelven serán terribles”. Era la impresión de un ciclista cerebral, que triunfaba gracias a las cronómetros llanas y que ganaba con lo estrictamente necesario, que se maravillaba ante esos “escarabajos” que tuvieron la osadía de enfrentar a los profesionales en la prueba más importante del mundo.

Fue una locura y aún no entiendo cómo nos metimos en semejante berenjenal. Un “loco” brillante, como lo fue entonces el  presidente de la Federación de Ciclismo, Miguel Angel Bermúdez y un empresario genial, Saulo Barrera, presidente de Pilas Varta, llevaron a un equipo nacional a competir con los mejores del planeta en su carrera más difícil. Miguel Angel había convencido al dueño del Tour, Félix Levitan, para que invitara a diez equipos aficionados: Colombia, Francia, la Unión Soviética de Sukho, España, Italia, Suiza, Gran Bretaña, Bélgica, Holanda y Australia pero el único que aceptó el reto fue Colombia. Saulo Barrera, por su parte, se le metió al proyecto que habían rechazado seis de las empresas más importantes del país que consideraron una locura meterle 5 millones de dólares cada una a lo que creían iba a ser una masacre ciclística.

Los ciclistas profesionales se pellizcaron y para aceptar la presencia de los aficionados pusieron condiciones: una larga etapa contra reloj por equipos, más de 40 kilómetros de pavé, una etapa plana de 350 kilómetros y dos cronómetros llanas largas. Con ello creían que los colombianos tras las tradicionales 10 etapas llanas llegarían sin fuerzas a los Pirineos.

Y es que ya le temían a los “escarabajos”.  Pascal Simón, Robert Millar y otros ases europeos corrieron el Clásico RCN del 82 y comprobaron que nada tenían que hacer en los ascensos ante los nuestros.

Pero tras esa serie de trampas contra Patrocinio, Flórez y su combo, en la primera etapa pirenáica, con cinco durísimos ascensos entre los que estaba el Tourmalet, Patrocinio había vuelto flecos la carrera. Fue tan grande el desbarajuste por lo ocurrido que esa noche en Luchon llegaron al hotel donde estaba Varta cinco corredores europeos, de dos equipos secundarios, quienes le aseguraron a Saulo Barrera que Patrocinio Jiménez podría ganar el Tour si contaba con sus rodadores para el llano. Naturalmente habría que pagarles un buen dinero. Me lo consultó y le dije que era una locura, que si tenían que empujar por un precipicio a Patrocinio lo harían porque no se iban a dejar ganar una carrera por los nuestros. Consultamos luego a “Cochise” Rodríguez quien reafirmó lo que yo había dicho.

Hoy recordando esa impresionante aventura no me explico del todo cómo los nuestros, sin ganar nada, fueron la gran atracción del Tour. Y es que ni los técnicos, ni los ciclistas, ni los periodistas teníamos una remota idea de lo que era el profesionalismo. Se presentaron enfrentamientos con el asesor Luis Ocaña, se cometieron errores tan grandes como no ir a una prueba en Europa para adaptarnos al ritmo de sus competencias. Bastaron la garra y la enorme capacidad de sufrimiento de los nuestros para mostrar el poder de una raza muy especial.

Desde entonces ha sido largo, tortuoso y muy difícil el trajinar de los colombianos en las pruebas europeas con ocasionales éxitos como el memorable triunfo de Martín Ramírez en el Dauphine Liberé del 84, La Vuelta a España ganada por Lucho Herrera, el tercer lugar de Fabio Parra en el Tour, los numerosos títulos de montana en Tour, Giro y Vuelta… ¿Pero por qué solamente ahora, 31 años después, se cumple la predicción de Anquetil en el actual Giro de Italia?

Inicialmente porque los europeos supieron que tenían que cambiar su forma de correr las grandes Vueltas. En los comienzos de la década del 80 había un patrón que imponía sus leyes en el pelotón, Bernard Hinault.  Las etapas se llevaban con mucha tranquilidad, a unos 25 kilómetros por hora y únicamente en los 60 minutos finales, desde que aparecía el helicóptero de la televisión se montaba el show con un lote que se enloquecía en una marcha que a veces llegaba a los 70 kilómetros por hora. Hasta en los premios de montaña y en las metas volantes quienes disputaban esas clasificaciones se ponían al frente del pelotón y embalaban en los últimos 300 metros.

Pero con los colombianos, que no respetaban sus reglas, tuvieron que cambiar de estrategia y Cyrille Guimard, técnico por ese entonces de Renault y luego de La Vie Claire, fue el que encabezó el ataque contra los colombianos. Por lo menos diez veces lo oí hablando en momentos previos a las salidas de Tour y de la Vuelta diciéndole a otros técnicos que había que llevar a los colombianos de la lengua para limarles las piernas en las reglamentarias nueve o diez etapas llanas de los comienzos de carrera. Solamente se equivocaron en la Vuelta de 1987 en la que se encontraron puertos duros en las primeras etapas y luego las subidas a Andorra y a Cerler en las que Rafael Niño les devolvió la moneda porque puso a Café de Colombia a imponer un ritmo frenético en los ascensos que acabó con los rodadores porque los que no se fueron a casa por llegar fuera del tiempo quedaron con las piernas vueltas flecos y nada pudieron hacer para colaborar con sus líderes.

Y luego hubo un factor más determinante: el dopaje. En los ochentas casi todos los grandes de Europa iban al final de temporada a Italia para ser tratados por el doctor Ferrari. En las caravanas corría el rumor de que el médico los trabajaba con esteroides y anabolizantes que cinco o seis meses después, cuando se iniciara la temporada, ya no tenían ningún rastro. Pero hubo otro medicamento que unos años más tarde iba a hacer numerosos campeones y que se buscó simplemente para anular las condiciones naturales que favorecían a los colombianos: el EPO.

A las competencias colombianas comenzaron a llegar los principales equipos europeos y siempre traían uno o dos médicos a los que ví muchas veces tomando muestras de sangre. Se habían dado cuenta de que los nuestros, por vivir a mayor altura, tenían más glóbulos rojos, que  permitían una mejor oxigenación de la sangre lo que les daba un poder de recuperación superior y una mayor resistencia en los grandes esfuerzos. Y comenzaron a buscar un medicamento que realizara lo mismo hasta que encontraron el EPO, o la eritropoyetina, que se utilizaba para manejar la anemia de los pacientes con insuficiencia renal. A pesar de que supieron de lo peligroso que podría ser su uso la utilizaron a diestra y siniestra, tanto que hoy se tiene el convencimiento –y creo que la prueba también- de que todos los campeones del Tour desde 1993 hasta hace muy poco tiempo lo utilizaron. Se sabía que lo usaban pero no había un método para detectarlo y cuando se pudo lograr se encontró que existían borradores que la escondían.

Hoy cuando la ciencia ha logrado conseguir un examen que lo detecta y cuando cada corredor debe tener un pasaporte biológico con el que se sabe cuál es su nivel de hematocritos, es decir cuando se le ha puesto el freno a su utilización, los colombianos comienzan a brillar, a cumplir la predicción de Anquetil. Pero no es solo el control del dopaje. Hay muchos otros factores que permiten su lucimiento como una mejor alimentación en su infancia, a que los corredores que se destacan se van muy jóvenes a Europa y allí al tiempo que se forman técnicamente y son guiados por verdaderos expertos se van acomodando a las difíciles condiciones clímáticas que hay que soportar. Todo ello y que no se ha perdido su garra, su coraje, su amor a la tierrita, su ambición por conseguir un mejor vivir y su enorme capacidad de sufrimiento es lo que hace que como lo soñó Anquetil  volvieron, se aguantaron una lucha desigual  y ahora son terribles.  }

Para la vergüenza

¿Cuántos periodistas, comentaristas y auxiliares técnicos tendrá Colombia en Brasil? Ya hay por lo menos 30 en Argentina y Brasil y cuando llegue el Mundial su número llegará a los 100.

Cuántos fueron al Giro de Italia, que se sabía podía ser ganado por uno de los nuestros? Hasta la etapa catorce ninguno. Ese día llegó a la carrera Tito Puccetti, enviado por la cadena ESPN.

¿El equipo de Pékerman conseguirá mejores resultados que los ciclistas del Giro? Lo dudo y ahora recuerdo que en la gran época del ciclismo por lo menos éramos 80, contando con los técnicos y auxiliares de las cadenas radiales. Hasta Germán Castro Caycedo, que entonces tenía un programa de opinión en la televisión estuvo allá.

(*) Especial ara El Espectador

Por Rafael Mendoza

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