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Universitas Psychologica

Print version ISSN 1657-9267

Univ. Psychol. vol.4 no.2 Bogotá Sept. 2005

 

El concepto de significado desde el análisis del comportamiento y otras perspectivas

Blanca Patricia Ballesteros de Valderrama*

Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá

Recibido: febrero 22 de 2005 Revisado: marzo 17 de 2005 Aceptado: abril 29 de 2005

* Una versión resumida de este artículo se presentó en la II International Conference of the Association for Behavior Analysis, en Campinas, Brasil, entre el 12 y 15 de agosto de 2004. La correspondencia relacionada con este artículo debe se enviada a: blanca.ballesteros@javeriana.edu.co

La autora agradece de manera especial a Guillermo Hoyos, director del Instituto Pensar; a Alfonso Flórez, Decano de la Facultad de Filosofía, al filósofo Franco Alirio Vergara, a Luz Mery Carvajal, y a sus colegas del grupo Lazos sociales y culturas de paz, de la Facultad de Psicología.

The concept of meaning from behavior analysis and other perspectives

ABSTRACT

This article presents crucial points related to the concept of meaning trying to emphasize some convergences between behavior analysis, other behavioral perspectives, like Staats’ and Ribes-Iñesta’s, and postures outside behaviorism, specially those made by J. Bruner and other representatives of constructivism and constructionism. DeGrandpre (2000) presented some ways how behaviorism can contribute to the “science of meaning” and the “psychology of practical significance”; his suggestions are complemented and analyzed including other representative authors and their approaches to meaning as a concept that has been controversial in behavioral and social sciences, inside and outside psychology. The arguments presented in this paper are related to a study of the meanings of peace in which the author participated as a co-investigator, with psychologists from different theoretical perspectives. Convergences are analyzed around concepts like symbolic behavior, psychological function, verbal community, social convention, between others. When reinforcement is formulated as a relational construct, meaning has to be taken also as a relational concept. It is concluded that there are more congruencies than differences between authors from diverse perspectives, especially upon the relative/contextual and dialectical character of meaning.

Keywords: Meaning, symbolic behaviour, psychological function, practical significance, verbal community.

RESUMEN

En este artículo se presentan puntos cruciales relacionados con el concepto de significado, con énfasis en algunas convergencias entre el análisis del comportamiento, otras perspectivas conductuales como las de Staats y Ribes-Iñesta y posturas distintas del conductismo, especialmente las de J. Bruner, y otras representativas del constructivismo y el construccionismo. DeGrandpre (2000) presentó algunas maneras en que el conductismo puede contribuir a la “ciencia del significado” y a la “psicología de la significación social”; se complementan y analizan sus sugerencias incluyendo otros autores representativos y sus aproximaciones al significado como concepto que ha sido controversial en las ciencias conductuales y sociales, dentro y fuera de la psicología. Los argumentos presentados en este artículo se relacionan con un estudio sobre los significados de paz en el cual participé como co-investigadora, con psicólogas de distintas perspectivas teóricas. Las convergencias se analizan acerca de conceptos como conducta simbólica, función psicológica, comunidad verbal, convención social, entre otros. Con base en el artículo de DeGrandpre, cuando el reforzamiento se formula como un concepto relacional, el significado ha de formularse de igual manera. Se concluye que existen más congruencias que diferencias entre los autores con diversas perspectivas, especialmente sobre el carácter relativo/contextual y dialéctico del significado.

Palabras clave: Significado, conducta simbólica, función psicológica, significado práctico, comunidad verbal.

En la filosofía del lenguaje se encuentran numerosas teorías del significado, las cuales, según Putnam (1988), consisten en buscar lo que hace que ciertas notaciones se vuelvan significativas y hay diversas clasificaciones de esas teorías, no obstante, por razones de espacio y del objetivo del escrito, en este artículo no se presentará la revisión de esa literatura filosófica.

Este escrito surge del estudio de los significados de la paz en el cual participé como co-investigadora, con el grupo de investigación Lazos sociales y culturas de paz, conformado por psicólogas con perspectivas teóricas diferentes (Sacipa Rodríguez, 2005). El estudio se basó en el concepto de significado desde diversos autores, entre ellos Vygotski (1973), quien lo consideraba un concepto fundamental porque permite aprehender la conciencia humana como totalidad; de ahí la importancia de la estructura semántica de lo humano y la idea de que el significado es la generalización de la palabra en la relación con los otros. Otros autores revisados fueron Berger y Luckman (1999), Bruner (1990 y 1996), Gergen (1994), Hayes (1994), Lederach (1995), Ribes-Iñesta (1990 y 1993), Schutz (1993), Skinner (1957 y 1989 a) y Staats (1983) . Grosso modo, se encontró un acuerdo respecto de la naturaleza social, es decir, convencional, del significado y de su carácter temporal y contextual.

Después de finalizado el estudio, continuó el interés personal por el tema y se llegó al artículo de DeGrandpre (2000), quien presenta cómo el conductismo puede contribuir a la “la ciencia del significado”, por la cual aboga Bruner (1990), y a la “psicología de significado práctico” proclamada por Gergen, Gulerce, Lock y Misra (1996). De tal manera, en este artículo se pretende analizar y complementar lo escrito por DeGrandpre (2000), con la inclusión de otros autores y sus enfoques sobre el significado como concepto que ha sido controversial tanto dentro como fuera de la psicología.

Aclaraciones previas

Antes de continuar con el artículo de DeGrandpre, resulta importante recordar algunas coincidencias entre J. R. Kantor y B. F. Skinner sobre el lenguaje y el significado, teniendo en cuenta su influencia en varios conductistas contemporáneos, algunos de ellos referenciados por DeGrandpre en su artículo.

Kantor y Skinner llamaron la atención sobre la necesidad de entender el lenguaje como conducta activa, en constante modificación, y consideraron la importancia del significado para la psicología. Por ejemplo, en su libro Verbal behavior, Skinner (1957) manifiesta su interés por una ciencia de la conducta verbal y recuerda que la necesidad de esa ciencia fue planteada en la obra de Ogden y Richards desde 1923. No obstante, Skinner hizo evidente lo problemático del concepto de significado si éste apoyaba la doctrina de las ideas, si a él se le asignaba una existencia independiente y si se tomaba como una entidad o existencia ontológica. Es claro que para Skinner el significado se encuentra en una explicación funcional del comportamiento, a su vez, el significado del comportamiento se relaciona con el conocimiento de las variables de las cuales es función dicho comportamiento.

Kantor y Skinner coincidieron en que el lenguaje no es simbología. Para Kantor (1971), el mejor ejemplo de lenguaje simbólico se representaba en la relación de palabras con cosas; cuando las palabras se toman como símbolos, los nombres significan y las cosas o actos que ellos nombran son significantes. Esto puede aplicarse cuando las palabras son objetos o marcas sobre papel, pero no aceptaba este tipo de simbolismo para el habla, aunque se reconozca la posibilidad de interpretar las palabras como símbolos de cosas. Su interés era el carácter real de un evento psicológico, por ejemplo, en el caso del escucha, la respuesta referencial es el contacto psicológico con un objeto o evento, no una respuesta a un símbolo de ese objeto o evento. De esta manera, Kantor hablaba de reacciones de significado y reacciones de comprensión en las situaciones lingüísticas, las cuales no eran simplemente reacciones a símbolos. Es importante aclarar aquí que para Kantor los símbolos son objetos con funciones estimulares y como estímulos sustitutos no constituían ningún rasgo esencial de un evento lingüístico vivo. El lenguaje adquiere ese carácter de cosa o símbolo sólo cuando se conceptualiza como un instrumento de comunicación de ideas o pensamientos, visión que él no compartía.

Por su parte, para Skinner (1957), formular la conducta verbal como el simple uso de palabras no era natu-ral sino más bien una práctica que merecía abandonarse, lo mismo que la práctica de asignar una existencia independiente al significado y al habla. En general, criticó las teorías lingüísticas cuando explicaban la conducta verbal con paráfrasis, es decir con otra conducta verbal.

El concepto de reforzamiento y su relación con el significado

En su artículo, DeGrandpre (2000) dice que la psicología no ha explotado las implicaciones de los principios del conductismo para una ciencia del significado. Su tesis principal es que la psicología operante tiene mucho que ofrecer a dicha ciencia y al acercamiento entre el conductismo, el cognoscitivismo y el construccionismo, pero que esas conexiones no se han especificado. Hace énfasis en la generalidad de conceptos básicos, y en el aprendizaje como proceso de significación, teniendo en cuenta que el reforzamiento es un proceso a través del cual se seleccionan relaciones conducta-ambiente.

En ese sentido, el primer argumento de DeGrandpre es que el concepto de reforzamiento puede tomarse como una dialéctica de la construcción de significado, básicamente porque como proceso conductual se refiere a la forma como los eventos que ocurren en forma contingente moldean el significado. El segundo argumento examina la evolución de reforzadores que se derivan de dicha dialéctica y la guían, de forma que el significado entra en la dinámica del flujo de comportamiento pues los reforzadores son consecuencias experienciales con significados derivados ecológicamente.

Sobre los dos argumentos vale la pena resaltar que el concepto de reforzamiento ha sido entendido, en general, especialmente por los críticos del conductismo, como una concepción mecanicista de las relaciones conducta-ambiente, de manera que este artículo de DeGrandpre contribuye con una interpretación distinta y más amplia del concepto. Es importante recordar que es un término derivado de la investigación, no derivado de la teoría y que resume o describe relaciones funcionales entre eventos conductuales y eventos ambientales, no necesariamente contiguos en el tiempo. Es decir, no solamente describe una operación o procedimiento, sino un proceso conductual. Es a este segundo significado de reforzamiento al que se refiere DeGrandpre en su artículo.

DeGrandpre (2000) reconoce las limitaciones de muchos principios de la psicología operante y se queja del poco compromiso de la ciencia psicológica con en-tender la psicología como un problema de desarrollo de la construcción de significado. Su propósito es mostrar una forma de expandir algunos principios -como el del reforzamiento-, y mostrar que incorporan hechos psicológicos que comúnmente se piensa requieren otras maneras de abordarlos distintas a los de esta perspectiva psicológica. Para él, una posible razón de no asumir el significado como variable dependiente se relaciona con ver las nociones del construccionismo social como una amenaza a la posibilidad de una ciencia independiente de la consideración de fuerzas socio-históricas; pero también con el problema de asumir la existencia de procesos psicológicos fundamentales.

El punto de DeGrandpre no es la inexistencia de dichos procesos, sino que los principios utilizados para describirlos se definan mejor como de dominio general que como específico, y en este punto hace referencia al artículo de 1935 de Skinner. Para DeGrandpre esos procesos genéricos han sido bien descritos por los principios operantes (preferible el término conductuales), pero deben especificarse sus conexiones con la posibilidad de una ciencia básica y vital del significado.

DeGrandpre no hace referencia a Ghezzi y Lyons (1997), cuya lectura permite entender las diferencias entre las distintas formas de abordar el lenguaje y el mantenimiento de las resistencias a la perspectiva conductista, especialmente a partir del artículo de Chomsky (1959), además de entender el problema de confundir el resultado de la conducta y la conducta misma, lo que tiene que ver con asumir el lenguaje como un algo independiente de la interacción recíproca individuo-ambiente.

Construcción de significado como proceso conductual

DeGrandpre (2000) se refiere a dos cualidades generales y entrelazadas adquiridas por los objetos y eventos durante la vida de una persona: las cualidades fenoménicas que animan la experiencia conciente (basado aquí en Merleau-Ponty, 1962); y las cualidades motivacionales que guían las acciones, simples o complejas (basado aquí en Donahoe y Palmer, 1994). En este sentido, el significado no está ni en el objeto o evento estimular ni en el individuo, sino más bien en el encuentro (o la interacción) en un momento y lugar particular, en términos del lenguaje de la perspectiva del desarrollo. Es decir, en un contexto histórico y social, el ser llega a ser interpretativo, guiado por el significado, más que a ser racional, guiado por la información. En este punto hay coincidencia con autores como Bruner (1990), Gergen (1994) y otros hermenéuticos; igualmente con Lederach (1995) cuando habla de la construcción del significado a través de un acto de comparación entre objetos, eventos o palabras, en línea con autores como, Berger y Luckman (1999) y Schutz (1993).

Para Lederach, la construcción de significado tiene que ver con el proceso de dar sentido a algo y se logra al relacionar ese algo con otras cosas ya conocidas, además el cambio de significado requiere una función de reencuadre o reenmarque definido como un proceso mediante el cual algo se reubica y se relaciona con cosas diferentes. Al respecto, la convergencia con la perspectiva de la teoría de marcos relacionales (Hayes, Barnes-Holmes y Roche, 2001) es interesante, por cuanto el significado se refiere a la función psicológica que tienen objetos, personas o eventos al participar en la clase de conducta operante llamada relacional –que consiste en enmarcar relacionalmente a través de la derivación de relaciones entre eventos estimulares, siempre en contexto.

Al parecer, DeGrandpre, al referir a Merlau-Ponty asume que la concepción de conducta es similar a la de los analistas del comportamiento. Se puede decir que es compatible si efectivamente se refiere a manera de ser en, hacia y con el mundo, es decir, si se reconoce una identidad entre persona y conducta, como lo muestra Chiesa (1994), y si hay equivalencia entre proceso conductual y proceso psicológico (Ballesteros de Valderrama, 2002); no habría compatibilidad si la conducta es apenas una expresión o manifestación de un mundo interno o mental independiente de las relaciones con el contexto (entendido éste en sus dimensiones funcionales, no formales o físico-químicas).

Función interpretativa y de significación

DeGrandpre aclara que por ser interpretativo entiende que a través de experiencias históricamente situadas, cada quien desarrolla su propia comprensión de los objetos, eventos y situaciones en el mundo. Hace énfasis en una perspectiva de desarrollo para entender el proceso de adquisición de las cualidades fenoménicas y motivacionales del significado a medida que se actúa efectivamente en un mundo complejo y cambiante, el cual se experimenta como inherentemente significativo. Para DeGrandpre ésto implica un proceso de aprendizaje de discriminaciones sutiles y repertorios conductuales. De esta manera, la personalidad emerge de una dialéctica de construcción de significado (el autor cita a Kegan, en su obra de 1982 en cuanto al surgimiento de la relación “sujeto-objeto” a lo largo del proceso de desarrollo).

DeGrandpre (2000) cita a Becker (1963) y a Bourgois (1996) cuando se refiere a que cada persona, como ser interpretativo de su mundo, en cierta medida se adapta a las contingencias presentes en éste. Aquí el término adaptación tendría que entenderse como proceso de interacción y afectación mutua entre el individuo y su mundo, pues en otro párrafo, y consistente con posturas del socio-construccionismo, DeGrandpre reitera que el significado está en el encuentro histórico con el otro.

El rechazo a la concepción de sujeto informático o guiado por la información es común en varios de los autores revisados para este trabajo y parece apropiado también hacer referencia a León y Braga Illa (2000), para quienes el cambio hacia los modelos neuronales y de agentes autónomos genera una ola anti-representacionalista y en la psicología del desarrollo el sujeto psicológico desaparece detrás de un sujeto informático. Para estos auto-res, la concepción constructivista de la psicología es complementaria de la epistemología genética proveniente de Piaget, pero la evolución en su problemática y metodología parece ser desconocida en las referencias actuales al constructivismo. Hablan de constructivismo clásico y del constructivismo funcional, sin embargo la concepción de relación funcional no es similar a la del análisis del comportamiento, pues se refiere más a las funciones desempeñadas que a las relaciones funcionales como explicación (es decir, en función de qué se presenta el evento psicológico).

En general, para el constructivismo, el significado se establece a partir de las relaciones en la historia evolutiva (ver Jubés, Laso y Ponce, 2001, para una comparación entre constructivismo y construccionismo). Pero hay una diferencia entre los modelos representacionales y los no representacionales que debe tenerse en cuenta al momento de entender los respectivos marcos conceptuales. Dentro del conductismo, la perspectiva analítica conductual de campo o la contextualista no asumen un modelo representacional, como tampoco asumen un modelo mediacional. Es decir, no se explica la conducta mediante constructos hipotéticos que a su vez son derivados de los patrones conductuales observados, ni la conducta es una simple manifestación de estructuras internas (Chiesa, 1994; Hineline y Wanchisen, 1989; Leigland, 1997; Ribes-Iñesta, 1990); tampoco se asume que nos comportamos con base en una copia o representación interna del mundo, es decir, no se asume una teoría de la copia, por su problema de regresión al infinito (Chiesa, 1994; Skinner, 1975).

Estructuras del mundo y del significado

En el apartado sobre las estructuras del significado, DeGrandpre describe estructuras superficiales y profundas del significado y su naturaleza social, lo mismo que estructuras superficiales y profundas del mundo. Las primeras implican experiencias limitadas en las cuales no se requieren discriminaciones complejas. Sobre las estructuras profundas, afirma que cambian y evolucionan de manera constante y son únicas a prácticas y situaciones sociales específicas. En este punto usa el ejemplo de los rastreadores de huellas, quienes encuentran significado profundo en lo que otros sólo ven algo superficial, de manera que para este autor, la estructura profunda está ahí para ser conocida. No obstante, reafirma que a nivel de superficie o de profundidad, el significado está en el encuentro histórico con el otro y siempre es relativo y dialéctico, en la interacción entre el individuo y el mundo. El grado de profundidad se va dando en el curso del tiempo a través de la experiencia directa. Al decir esto, no es claro si DeGrandpre descarta la alternativa del aprendizaje instruccional, es decir, derivado no sólo de la experiencia directa sino del contacto con medios verbales.

En este punto, el tema de la aceptación de la existencia de un mundo externo es utilizado como demarcador de posturas epistemológicas en las ciencias humanas y sociales, y no es objetivo de este artículo la discusión al respecto; pero al abordar el significado, vale la pena considerar que la mayoría de autores revisados se refiere al proceso de construcción del significado en la interacción/ interrelación con (es decir, se acepta la existencia de un algo con lo cual se interactúa).

Las perspectivas conductistas aceptan un mundo externo, tema tratado por Hayes (1993) en su capítulo sobre realidad y verdad, donde nos recuerda la posición de Kantor sobre la existencia de eventos independientemente de nuestra descripción de los mismos; este supuesto es importante por la estrecha relación de interdependencia entre los actos de observar y describir y los eventos observados o descritos. Esta distinción no tiene que ver con un dualismo ontológico de la existencia de dos mundos de naturaleza distinta, ni con un dualismo epistemológico de dos formas distintas de conocer; no se refiere a la distinción entre cómo es el mundo realmente y cómo éste mundo se presenta al conocedor. Más bien, se reconoce una dimensión de la interacción con el mundo dependiente de las habilidades de mantener una visión del mundo y una dimensión que hace referencia al mundo independientemente de ese punto de vista específico.

Diversas posturas constructivistas aceptan la existencia de una realidad externa, pero reafirman que ésta no es cognoscible directamente, sino mediada por el significado, como se ampliará posteriormente. Al respecto, la lectura de Guerin (1997) permite aclarar que metafísicamente los tres aspectos filosóficos tradicionales, cosas, gente y actividad interviniente (interpretativa en términos de otros autores), no son distintos; separarlos implica dualismos. Este autor enfatiza las implicaciones de separar a la gente del lenguaje y a las cosas de las palabras, con base en que éstas se refieren a cosas. Para Guerin, lo mismo que para Skinner y otros analistas del comportamiento, lo importante es el efecto de la palabra en el escucha (hablante y escucha puede ser la misma persona), pues es claro que la palabra no tiene efecto directo sobre lo inanimado.

Proceso interactivo continuo

Para DeGrandpre, el significado surge en ese proceso interactivo descrito anteriormente, en un episodio conductual extendido en el tiempo, definido por cuatro partes: 1) los aspectos familiares de la situación presente (familiares por su relación con experiencia pasada), 2) los aspectos exteroceptivos (públicos) e interoceptivos (privados) del contexto del acto particular, 3) el acto mismo y 4) los eventos de estímulo consecuentes del acto. De esta manera, aquí se ve cómo el autor refiere una relación contingencial.

Para DeGrandpre, cuanto más experiencia, mayor probabilidad de que más situaciones lleguen a ser familiares y aunque no cita a los autores de la teoría de marcos relacionales, menciona cómo el significado sirve de marco del sentido de realidad a medida que nos movemos a través de contextos familiares, y guía la acción de forma que lleva a otros resultados significativos y a anticipar significados. La dialéctica aparece cuando hay contradicciones y discrepancias entre expectativas y experiencias que llevan a transformar significados; de ahí el poder adaptativo y transformativo de la dialéctica de la construcción del significado. En este punto DeGrandpre coincide con Vygotski, Piaget y Bruner, al hacer énfasis en las discrepancias y los retos como condición del desarrollo psicológico.

Un punto importante en el artículo de DeGrandpre es el efecto de la experiencia. Desde el análisis del comportamiento, es claro un efecto solamente en la probabilidad de acciones futuras, y este autor afirma que eso es posible por el cambio o la alteración de los significados de los estímulos con los cuales se interactúa permanentemente, no sólo en sus dimensiones formales-estructurales, sino funcionales. En términos fenomenológicos, la experiencia en su totalidad resulta en el sentido de una vida o existencia propositiva “en un mundo significativo”. Esto último incluye las contingencias sociales y naturales que definen el contexto particular donde operan los procesos conductuales, dentro de los cuales está la construcción de significado. La relación de esto con el concepto de reforzamiento es que, al ser un proceso general de aprendizaje de relaciones conducta-ambiente, implica que a medida que se viven las consecuencias de las propias acciones, surge la posibilidad de nuevos significados al contrastar esas relaciones conducta-consecuencia con la experiencia o historia de reforzamiento.

Al respecto, Scharff (1999) afirma que la distancia entre la fenomenología y la explicación de Skinner reside en el lenguaje determinista y en confundir intencionalidad con acto intencional, de manera que la identifica como concepto mentalista (se refiere a la participación de Skinner en el simposio de 1963 sobre Fenomenología y Conductismo, realizado en la Universidad de Rice). Hay distintas lecturas de si Skinner logró o no romper con la visión cartesiana del mundo y con el modelo mecanicista; desde mi punto de vista, depende de qué obra se cite y del momento histórico de la vida de Skinner. Es un hecho que el pensamiento skinneriano cambió a lo largo de su historia y uno de esos cambios fue su concepción de la conducta como objeto de estudio por derecho propio y el alejamiento de la distinción tradicional objetivo subjetivo, mundo interno-mundo externo (ver Ballesteros y Sandoval, 2000; Ballesteros y Rey, 2001). También para Scharff (1999) el concepto de reforzamiento, especialmente el de historia de reforzamiento, interpretado fenomenológicamente, facilita entender la actividad humana en su dimensión de comprender el sentido de la vida.

Esencialismo vs. relativismo

Respecto de las dos categorías de teorías opuestas del significado, el esencialismo y el relativismo, para DeGrandpre (2000) una ciencia del significado debería escapar de ambos extremos. Entre ambos estaría el realismo social, de acuerdo con el cual el significado no sería ni completamente subjetivo ni totalmente objetivo, sino surgiría del intercambio dialéctico, con sus inicios en las necesidades biológicas básicas del recién nacido. De esta manera, para este autor la dialéctica del reforzamiento define un drama que moldea a la vez al significado y al individuo como unidad; dice que la dimensión fenomenológica del significado permanece en las fronteras del organismo.

El autor identifica algunos esencialismos en psicología, debidos principalmente al hecho de centrarse más en estructuras que en procesos. Uno de los problemas relacionados es el error de confundir hechos históricos con naturales (tratar etapas de desarrollo como universales, o reducir fenómenos psicológicos a la neurofisiología) y otro la reificación de constructos hipotéticos (tema suficientemente tratado por muchos autores referenciados en el presente escrito).

Sobre el tema del relativismo, el constructivismo de Bruner (1990 y 1996) sostiene que el conocimiento puede ser correcto o equivocado, pero no tiende a verdades absolutas, ni a que todo vale; adopta una posición antiesencialista y anti-fundacionalista, aunque considera importante hacer explícitos los presupuestos y el uso de los conceptos, lo cual está en la línea del contextualismo funcional, el interconductismo y el conductismo skinneriano. De igual manera el construccionismo social se pronuncia en contra de los esencialismos.

Mentalismo

En general las perspectivas analítico-conductuales se han caracterizado por rechazar el estatus ontológico de la mente, por consiguiente no asumen explicaciones mentalistas del significado. Como lo describió Skinner (1975) en su obra Sobre el conductismo, los objetos y eventos se vuelven significativos o adquieren significado para el individuo en un contexto objetivo, es decir en la historia de exposición a relaciones de contingencia, en las cuales han desempeñado un papel contextos similares. En concordancia con Skinner, DeGrandpre aclara que el concepto de significado se vuelve mentalista cuando se se-para de su origen histórico en la relación individuo-ambiente. Habría que añadir la gran influencia del dualismo para entender la perspectiva mentalista del significado, tema sobre el cual hay diversos escritos, pero aquí interesa el tema del significado del lenguaje para hablar de lo mental.

Para Ribes-Iñesta (1990), el lenguaje sobre estados mentales no corresponde a eventos de un mundo distinto al de las circunstancias sociales donde ocurre ese lenguaje. El dualismo cartesiano lleva a pensar que el objeto determina el significado, pero es solamente mediante la práctica lingüística que un objeto llega a tener significado. De esta manera, el lenguaje de lo mental es parte de las prácticas socio-lingüísticas y sólo tiene sentido, es decir función psicológica, en contextos determinados.

Considero que el dualismo y el mentalismo están relacionados de forma estrecha y comparto con Morris (1985) cuando nos recuerda cómo los juegos del lenguaje mentalista se refieren a eventos confrontables y a contingencias relacionadas, muy en la línea de la oposición de Gergen al carácter autista o individualista del significado.

En este punto resulta relevante considerar lo escrito por Ribes-Iñesta (1990), con base en Wittgenstein: el significado del lenguaje es cómo y dónde se usa, es decir, es el uso en contexto; donde contexto refiere una categoría general que incluye algo más que el significado implicado por situacionalidad. La conducta es funcional en términos de los juegos del lenguaje como formas de vida, y la función se debe al sentido adquirido a través del lenguaje; los objetos, personas y eventos tienen significado como lenguaje. Para Ribes-Iñesta, eventos como ver, sentir y actuar, como formas de vida, son posibles como lenguaje, por cuanto tienen lugar dentro de juegos de lenguaje. De esta manera, conceptos y funciones no son independientes de juegos de lenguaje. Esta relación entre concepto y función también se encuentra en Aristóteles (Ribes-Iñesta referencia con frecuencia a este filósofo). Además, para Ribes-Iñesta pretender que los términos y expresiones mentales refieran cosas distintas de hacer o decir tiene su origen en un doble error de categoría; esas expresiones son acerca del comportamiento y vale la pena un análisis conceptual de la forma como esos términos se utilizan en el lenguaje ordinario para evitar confusiones acerca de su significado. De acuerdo con Wittgenstein, los conceptos mentales se aprenden cuando se aprende el lenguaje, y éste se aprende cuando se usan palabras y expresiones correctamente en contexto (ver también Crego-Díaz, 2004 y Flórez, 2001).

Relacionado con este último punto, considero que la expresión de Bruner (1990) “es en términos de las categorías de la psicología popular que nos experimentamos a nosotros mismos y a los demás” (p. 15) tiene mucha relación con este tema pues es en una comunidad verbal (en términos Skinnerianos) o comunidad lingüística (en términos de Ribes-Iñesta) donde se definen y mantienen o se descontinúan las categorías.

Desde el punto de visto evolutivo, Ribes-Iñesta (2004) dice que describir las dimensiones físicas de objetos, actividades o estados sucede después de aprender a hablar acerca de lo percibido. Este autor cita a Malcolm (1971) cuando critica la doctrina de la filosofía moderna sobre la adquisición de conceptos de ocurrencias mentales a través de la observación de esas ocurrencias en uno mismo. Para Malcolm era necesario rechazar esa doctrina, pues era la responsable de pensar en la existencia de una mente aislada tanto de un cuerpo como de una comunidad de seres humanos. Ribes-Iñesta se suma a este llamado y reitera que los conceptos mentales solamente existen en tanto hacen parte del lenguaje de quien los identifica o describe. En esta medida, no se aprende el significado de esos conceptos discriminando primero eventos físicos internos, sino se aprende como el de otras palabras o expresiones, cuando se usan y aplican en forma adecuada en situaciones y circunstancias específicas. Se aprende en qué situación o circunstancia es significativo un concepto, cuando nos ajustamos a los criterios de uso apropiado del concepto; éste se aprende “al hablar y comportarse de una manera particular, no a través de un elaborado proceso de discriminación de propiedades físicas ostensibles internas o externas de sí mismo o de otros y construyendo la identificación, nominación o descripción del estado mental o la intención (o tactando estímulos privados bajo el control de la comunidad verbal) sobre ellos”. En este punto, Ribes-Iñesta, como otros autores (por ejemplo, Moore, 2004), reconoce que los conceptos mentales están muy ligados al lenguaje.

Problema del lenguaje en los paradigmas

DeGrandpre concluye que los cargos contra la psicología operante pasan por alto la fortaleza y la parsimonia del concepto de reforzamiento, en especial cuando se sitúa dentro de las complejidades y dinámicas del contexto social. Para él no son mutuamente excluyentes la epistemología del análisis del comportamiento y la de disciplinas de corte interpretativo.

En este punto vale la pena citar autores desde el campo de la comunicación, como Pearce (2002) cuando habla de las diferencias entre el nuevo y el viejo paradigma respecto del conocimiento y la comunicación. En el nuevo paradigma el lenguaje pierde su carácter representacional y pasa a construir el mundo porque “el lenguaje tiene un efectivo aspecto formativo” (p. 271), de manera que nombrar algo es convocarlo a ser como se ha nombrado, no obstante, describe claramente dos enfoques: el centrado en el lenguaje y el del construccionismo social, con énfasis en las actividades sociales, dentro de las cuales está el lenguaje. Pearce reconoce las bases del construccionismo social en los pragmatistas norteamericanos (W. James, J. Dewey y G. H. Mead), en el segundo Wittgestein (noción de juegosdel lenguaje y de las reglas como algo no diferenciado de la actividad misma) y en la teoría de los sistemas (menciona a Bateson y von Bertalanffy).

La descripción que hace Pearce de ideas básicas del construccionismo social convoca al ejercicio de traducir al lenguaje conductual, como lo sugería Skinner en alguna ocasión, con la conclusión anterior de DeGrandpre sobre las epistemologías. Además, porque el interaccionismo simbólico de Mead es de hecho clasificado como un conductismo social (Mead, 1934). En esta dirección, la unidad de análisis es descrita por Pearce como una tríada de acciones: los eventos circundantes (el contexto actual, las condiciones estimulares), lo que sucedió anteriormente (la historia de aprendizaje) y lo que sucederá posterior-mente (relaciones conducta-consecuencias). Puede ser coincidencia cualquier parecido con la contingencia de tres términos descrita por Skinner, pues desde luego no es de esperar encontrar referencias de ningún autor analista del comportamiento en el texto de Pearce. De igual manera, es interesante el ejercicio de traducción cuando Pearce describe la noción de contexto como básico para entender el significado y cuando se refiere al self (ver los conceptos de yo como contexto, yo como contenido y yo como función en Hayes, Barnes-Holmes y Roche, 2001 y la concepción de persona y de self en Skinner, 1975 y 1989b).

Finalmente, cuando Pearce hace un llamado para que el nuevo paradigma aspire a la fronesis y a la praxis, en el sentido aristotélico, y consistente con la postura del pragmatismo, se encuentra algo similar al llamado de Skinner, a partir del cual se ganó la fama de ateórico.

Por otra parte, desde las posturas de la construcción del mundo a través del lenguaje (por ejemplo, Von Foerster, 2002), el lenguaje va primero y el mundo después, lo cual hace perder el sentido de la dialéctica planteada por DeGrandpre, pues no sería una pregunta pertinente el orden de aparición de los eventos para comprender el proceso de construcción del significado, como no tendría sentido entender el lenguaje como proceso independiente o aislado del resto de procesos conductuales/psicológicos.

Por su parte, en la propuesta de la Síntesis experimental del comportamiento, Ardila (1993) dedica un corto apar-tado a la significación y reconoce la dificultad de su análisis, ligada esta dificultad a la complejidad del lenguaje y su relación con actividades intelectuales, entre ellas el llamado pensamiento abstracto y la memoria. Desde su perspectiva, hay cuatro formas de entender el significado de una palabra: usarla adecuadamente en términos de comportarse respecto de la misma o ser afectado por ella, repetirla en el contexto correspondiente, asociarla con otras palabras y asociarla con objetos. Ardila diferencia entre significación activa (usar la palabra) y significación pasiva (ser afectado por la palabra; por ejemplo, los efectos emocionales de las palabras por su asociación con objetos y eventos, compatible con el modelo de condicionamiento de Staats, 1983), pero todas las formas son aprendidas. Para este autor los efectos conductuales de las palabras son distintos en los diversos grupos y las palabras se mantienen o se extinguen por el reforzamiento o por castigo social.

Propuesta de Jerome Bruner

En su libro Acts of meaning, Bruner (1990) argumenta que debido a que la psicología está inmersa en la cultura, debe organizarse alrededor de los procesos de construcción y uso del significado, los cuales conectan al hombre y la cultura; dentro de los procesos menciona como procesos sociales la negociación de las diferencias en el significado y la interpretación. Para este autor, la cultura y la búsqueda de significado en su interior son las causas propias de la acción humana, pero al mismo tiempo afirma que la búsqueda de causas corresponde a una psicología pasada de moda. Su énfasis e interés es la psicología popular, a través de la cual la gente hace todo lo que hace; es la que “proporciona los medios a través de los cuales la cultura moldea los seres humanos”.

Tal vez por la inconmensurabilidad percibida por Bruner entre su enfoque y el análisis del comportamiento, él no revisó escritos de analistas conductuales cuando se refiere a la congruencia entre decir y hacer y a los sesgos en las conductas de elección. Para este autor, decir y hacer en la psicología orientada culturalmente “representa una unidad funcionalmente inseparable” cuya relación es interpretable cuando se conocen las circunstancias en las cuales ambas ocurren. Este lenguaje es compatible con el de un análisis funcional o contingencial, pero para los analistas del comportamiento pueden ser distintas las contingencias de decir y de hacer; esto significa que la incongruencia o congruencia entre decir y hacer es explicable mediante un análisis funcional o contingencial.

Vale la pena aclarar que Bruner prefiere el término acción al de comportamiento, porque según él, acción implica intencionalidad y situacionalidad. Encuentro esta descripción compatible con el acto en contexto del contextualismo funcional y con el llamado de Ribes-Iñesta (2004) para revisar el concepto de comportamiento. Nuevamente aquí parece oportuno citar a Skinner (1975) cuando aclara que el interés de la ciencia del comportamiento es la llamada conducta propositiva, en el sentido de ser una característica de la conducta que tiene que interesar a la psicología, sin considerar el propósito como una causa teleológica independiente de las contingencias pasadas y actuales.

Tal vez aquí resulta oportuno diferenciar los dos tipos de significado que tiene el término conducta, de acuerdo con Lee (1999). El primero es el significado normativo y tiene que ver con el logro (en términos de Gilbert) -la conducta tiene efectos, se cambia el estado de las cosasse trata como un evento. El segundo es sinónimo de fenómeno y no necesariamente aplica a la conducta de un ser humano, de manera que se habla del comportamiento de las mareas, o del cometa, por ejemplo. En el análisis del comportamiento conducta se entiende en el sentido más amplio como unidad funcional, es decir como relación de interdependencia entre un organismo y su ambiente. Crego-Díaz (2004) describe una concepción similar de conducta en Wittgenstein.

Bruner comparte como muchos otros autores el carácter cultural y convencional del lenguaje y de la psicología popular; desde luego son aprendidos tempranamente en la vida y una vez somos competentes lingüísticamente, su función organizadora es narrativa. Esta función de organización de la experiencia se relaciona con lo que él llama framing (un medio para construir y compartir el mundo) y regulación del afecto. Cabría aquí una comparación con el concepto de marco relacional como verbo – enmarcar relacionalmente. No obstante, el concepto de narrativa de Bruner es distinto al de otros autores de la narrativa, porque para Bruner la narrativa surge o se construye solamente cuando hay una violación de las creencias constitutivas de la psicología popular. En sus palabras, “las narrativas son innecesarias cuando las cosas son como deberían ser” (p. 40). No obstante, es interesante la compatibilidad con la teoría de marcos relacionales, sobre todo respecto de la función de la verosimilitud, en términos de parecido con la vida real.

Algunas compatibilidades y divergencias con J. Bruner

Acerca del análisis del significado, encuentro algunas convergencias entre Bruner y el conductismo en general, cuando se acepta que es basado empíricamente más que intuitivo y que es posible interpretar significados si se especifican la estructura y la coherencia de contextos mayores en los cuales se crean y transmiten significados específicos. El análisis verbal pragmático descrito en el libro de Hayes, Barnes-Holmes y Roche (2001) tiene que ver con esto, así como el principio conductual de compren-der los procesos verbales en términos de relaciones de interdependencia con condiciones contextuales.

En cuanto al valor de supervivencia o de reforzamiento natural de muchos procesos psicológicos/conductuales, autores por fuera del conductismo prefieren hablar de predisposiciones naturales. Por ejemplo, Bruner se basa en la noción de mimesis en Aristóteles para aceptar la predisposición a organizar la experiencia de forma narrativa; además reconoce que la función de dar razones en la narrativa es encontrar un estado intencional para hacer comprensible cualquier desviación de un patrón cultural canónico.

Bruner atribuye a Jhon Austin y a Wittgenstein, de forma indirecta, el que los teóricos de la mente centraran su interés en restaurar el contexto comunicativo en las discusiones sobre el significado. Cabe preguntarse si Bruner concibe alguna diferencia entre su planteamiento y el concepto de comunidad verbal del análisis del comportamiento cuando se refiere a un hablante y un escucha que comparten un conjunto de convenciones para comunicar significados diferentes. O si hay diferencia entre su concepción de precondiciones contextuales (felicity conditions) y factores contextuales en un análisis funcional de la conducta. También vale la pena tener en cuenta su referencia al principio cooperativo formulado por Paul Grice.

Para Ryle, como para Wittgenstein, el significado de las palabras está en la forma como se usan (Novoa, 2002), de tal manera que, como lo expresa Ribes-Iñesta (2004), es imposible distinguir entre ser capaz de usar una palabra en forma correcta y conocer su significado.

También es importante tener en cuenta el concepto de literalidad o significado literal y su dimensión referencial, de la forma como lo trata la teoría de marcos relacionales. Desde esa perspectiva, se habla de literalidad cuando el contenido referencial del lenguaje implica que nos apartamos del flujo de la experiencia inmediata. Se describe un proceso que tiene semejanza con el desligamiento, descrito por el interconductismo. Es decir, una función del lenguaje implica comportarnos, psicológicamente hablando, respecto de objetos o eventos no presentes.

Respecto de la conducta simbólica, para Bruner (1990) los deseos y las acciones están mediadas por medios simbólicos. Los símbolos dependen de un lenguaje que contiene un sistema de signos gobernado por reglas – el significado simbólico depende de la capacidad de internalizar ese lenguaje y usar su sistema de signos como un intérprete. Este autor reconoce un don innato para el lenguaje – un sistema protolinguístico (se refiere a la biología del significado), pero reafirma que el lenguaje se adquiere por el uso y cita a Austin cuando afirma “cómo hacer cosas con palabras”. Aquí Bruner es compatible con posturas conductistas al reconocer la necesidad de conocer bajo qué condiciones se aprende y se usa el lenguaje, pero al mismo tiempo reconoce predisposiciones innatas y acepta que venimos equipados con una forma primitiva de psicología popular; la predisposición es a construir un mundo social de una manera particular y a actuar sobre esas construcciones. Los dos últimos puntos desde el análisis del comportamiento no se formularían como supuestos necesarios para comprender la conducta simbólica.

Constructivismo de Von Glasersfeld

Respecto del constructivismo radical de Von Glasersfeld (2002), llama la atención su concepto de “relación de viabilidad” para explicar su interpretación de la teoría de Darwin: los organismos son viables si sobreviven “a pesar de las constricciones que el medio impone a su vida y a su reproducción. No se trata, pues, de una relación de representación, sino de una relación de encaje en determinadas circunstancias” (p. 121). La preocupación de este autor parece partir de que para él la epistemología “siempre ha estado ligada a la noción de que el conocimiento debe ser la representación de un mundo ontológico externo”. Desde luego es su interpretación, pero no hubieran sido posibles muchos conocimientos si efectivamente los científicos asumieran modelos representacionales de sus objetos de interés. Por otra parte, su forma de abordar los modelos o esquemas conceptuales construidos a partir de la experiencia no parecen conceptualmente muy distintos a los modelos representacionales tradicionales -como tampoco funcionalmente-, pues lo adaptativo se refiere a la supervivencia y al mantenimiento de cierto nivel de coherencia conceptual.

Para este autor la realidad es la realidad de la experiencia, distinta de la “realidad ontológica de la filosofía tradicional” (p. 126). Por otra parte, define el modo de pensar constructivista como un modelo hipotético que no hace afirmaciones ontológicas y no describe ninguna realidad absoluta, sino fenómenos de la experiencia. En consecuencia, el constructivista preferiría prescindir del verbo ser pues no está interesado en decir cómo es el mundo, sino en sugerir una manera de pensarlo; para el constructivista “el conocimiento sólo tiene que ser viable, adecuarse a nuestros propósitos. Tiene que cumplir una función. Por ejemplo, tiene que encajar en el mundo tal como lo vemos, y no en el mundo tal como debería ser” (p. 128) (cursiva en el texto original). Al constructivista también le interesa el análisis de las operaciones que construyen la realidad a partir de la experiencia.

Sobre el significado, Von Glaserfeld también asume un modelo de desarrollo, basado en su interpretación de Piaget. Dice que se aprende probando las palabras en situaciones concretas: se asocia parte de ese mundo experiencial individual con una palabra, la cual permanece como parte de ese mundo; también se aprende a construir sentidos y significados compatibles con las situaciones, pero es un sin sentido hablar de significados compartidos en un sentido estricto.

Perspectiva relacional de Gergen

Por su parte, para Gergen (1994) solamente una perspectiva relacional puede resolver los problemas acerca del significado. Su asunto es el significado con otros, dejando aparte las orientaciones tradicionales que ponen su origen en el yo fenoménico, en la agencia individual, de manera que para comunicarse con éxito se hace necesaria una transparencia intersubjetiva. Gergen reconoce cómo el conductismo contrarresta esta orientación, la cual es restaurada por la psicología cognitiva, con excepción de Piaget. Para Gergen el lenguaje es subproducto de la interacción y su significado se deriva del modo como está inmerso en los patrones de interacción, de manera que el lenguaje es significativo cuando hay acuerdo sobre el significado de las palabras. De igual manera, el mantenimiento de cualquier descripción del mundo y de los discursos sobre la naturaleza de las cosas, depende de las vicisitudes del proceso social, no de la validez empírica de la descripción; de ahí que no existe fundamento de la ciencia ni de otro conocimiento sino en una comunidad de interlocutores.

Gergen, como Ribes-Iñesta (1990) y otros analistas del comportamiento (Chiesa, 1994; Guerin, 1997; Moore, 2004) encuentra en el dualismo el origen del problema; también se refiere al impasse del pensamiento hermenéutico con el denominado romántico, basado en la empatía de Dilthey y el modernista, con la observación cuidadosa y la formulación de hipótesis, de Hirsh.

Conductismo lingüístico

Respecto de la simbología, para Place (1996) los símbolos son una subcategoría de los signos, cuyo significado surge de su capacidad de orientar el comportamiento hacia características reales o potenciales del ambiente. Lo distintivo de los símbolos es que su significado es compartido por un grupo social, es decir, la relación símbolo-referente se debe a una convención social arbitraria y se mantiene por prácticas prevalentes en el grupo.

Es importante considerar a Place (1997) y su propuesta del conductismo lingüístico. Cuando este autor clasifica las afirmaciones como factuales y analíticas, aclara que al analista conductual deberían interesarle solamente las primeras, mientras al filósofo le interesan las segundas. Des-de esa perspectiva, el significado de una afirmación depende de dos cosas: 1) las convenciones lingüísticas que rigen la aplicación y el uso de las palabras y expresiones y 2) el contexto del enunciado. De esta forma, en la teoría de la correspondencia de la naturaleza de la verdad, el valor de verdad de un enunciado depende de su significado, el cual está definido por la naturaleza y ubicación espacio temporal de la situación que describe, y de lo que llama el hacedor de verdad (truthmaker en el texto original), definido como la existencia real de la situación en el tiempo y lugar en cuestión. Su conductismo lingüístico mantiene de forma explícita la existencia de un estado objetivo de cosas, definido como aquel sobre el cual cualquier observador competente estaría de acuerdo como descripción correcta de ese estado de cosas, dadas las convenciones lingüísticas del lenguaje natural o código técnico en el cual es formulado. Este planteamiento es compatible con la perspectiva psicológica de que el conocimiento siempre implica un conocedor. También reconoce que la conducta simbólica tiene que ver con las clases de equivalencia de estímulos y que el significado es la relación entre el signo natural y el referente. De igual forma va en la línea de Quine, para quien la unidad de la significación empírica es el todo de la ciencia y quien rechaza la distinción entre analítico y sintético.

Psicología y ciencias sociales

Al analizar la tensión entre la psicología y otras ciencias sociales, DeGrandpre (2000) se refiere a la relación dialéctica entre lo psicológico y lo sociocultural, la cual en algunos autores parece solucionarse con referencias a lo psicosocial. Al citar la obra de Pierre Bourdieu (1977), el autor deriva tres conclusiones sobre las homologías entre lo psicológico y lo social, con base en la definición de la mayoría de procesos psicológicos en términos del reforzamiento, en cuanto que como proceso implica la “internalización” de las estructuras sociales contingentes, en lo que Bourdieu denomina habitus (incluye sistema de prácticas y de percepción y clasificación de las mismas; además, las estructuras cognoscitivas son estructuradas socialmente, es decir su génesis es social). Para concluir el punto, cita a Wacquant cuando dice que la exposición acumulativa a ciertas condiciones sociales instala en el individuo disposiciones (como el habitus) que internalizan las necesidades del ambiente social e inscriben en él o ella el patrón de la inercia y restringe la realidad externa.

En general, DeGrandpre cita a diversos autores que, como Gergen y Bourdieu (1992), critican la teoría psicológica centrada en el individuo como ser aislado de lo social, críticas que desde luego no corresponderían a las perspectivas analíticas conductuales en las cuales ya se ha aclarado una conceptualización no mentalista del significado.

A la discontinuidad mencionada por Gergen entre los procesos psicológicos y los procesos de construcción social, más interesados en explicar los sistemas de significado humano, DeGrandpre (2000) responde que las epistemologías no son mutuamente excluyentes y cita la posición de Guerin (1992) al respecto, en la cual llama la atención sobre los criterios para establecer dicha discontinuidad. Guerin no está de acuerdo con el término “señal social” o “significado social” por dos razones: 1) da la impresión de que el significado de señal estuviera en el objeto mismo o que fuera inherente al objeto y no en una historia de contingencia (la historia de contingencia es lo psicológico) y 2) ignora el componente motivacional de los estímulos discriminativos y los trata como pura “información”. Guerin (2001) reconoce dos limitaciones principales de algunas teorías del construccionismo social y de la construcción social de conocimiento: la primera es el relativismo extremo y la segunda el énfasis excesivo en el lenguaje, como si éste fuera todo en la vida de la gente. No obstante, dice que algunos analistas del discurso han comenzado a hacer énfasis en bases concretas del poder social que hacen trabajar al lenguaje. Para este autor, el lenguaje es una forma especializada de hacerle cosas a la gente.

Finalmente, me parece importante referir algunas convergencias entre el análisis del comportamiento y la sociología propuesta por Bourdieu (1997) respecto de la necesidad de abandonar las posturas anti-ciencia en las ciencias humanas y sociales.

Para Bourdieu (1997), un aporte de la revolución estructuralista ha sido aplicar a lo social el pensamiento relacional de la matemática y la física modernas, contrapuesto al pensamiento sustancialista. Desde el análisis conductual, pensar científicamente es pensar en términos de las relaciones funcionales (contingenciales), de forma que este pensamiento relacional que privilegia Bourdieu, en contraposición con el sustancialista, ha sido característico del analista conductual desde sus inicios.

Conclusiones

Los puntos relevantes planteados por DeGrandpre en su artículo son una recopilación de los planteamientos de Skinner y otros autores, tanto dentro como fuera del análisis del comportamiento, y su conclusión resulta interesante pues efectivamente rescata las características relacionales y fenomenológicas del concepto de reforzamiento, el cual tradicionalmente se ha interpretado como perteneciente a un marco rígido, más acorde con una visión mecanicista del mundo. Además, ayuda una vez más a entender por qué son problemáticas las formulaciones en términos teleológicos –refuerzan la idea de un agente interno iniciador de la acción. Igualmente contribuyen a romper con el mito de que las contingencias de reforzamiento no permiten explicar una conducta compleja o una creativa (remitirse a Eisenberger y Cameron, 1996, y a todas las publicaciones de Neuringer y sus colegas, por ejemplo, Neuringer, 1991 y 1993). Las contingencias de reforzamiento actúan sobre relaciones conceptuales entre conducta y contexto y sobre relaciones molares entre muchos actos que pueden parecer aislados, cuando nos quedamos en concepciones moleculares de la conducta como evento aislado (ver Rachlin, 1994 y 2000).

Por otra parte, el artículo de DeGrandpre logra un acercamiento efectivo con una explicación dialéctica del concepto de reforzamiento al plantear la alternativa al modelo informacional. Para este autor, como se dijo anteriormente, es a través de las contingencias de reforzamiento que los estímulos adquieren significado, el cual no se experimenta como simple información, sino como propiedad del estímulo a medida que se interactúa con él, lo cual implica que a través de dichas interacciones, haya transformaciones en el significado.

DeGrandpre resulta poco claro en algunas partes de su artículo en las cuales parece situar el significado como propiedad de los estímulos, después de haber aclarado que surge de la interacción y que asume la postura de Skinner y de Donahoe y Palmer al respecto.

A pesar de las citas y referencias a Skinner para apoyar parte de sus argumentos, DeGrandpre parece concluir que el conductismo radical desconoce los productos cualitativos del reforzamiento y continúa con una concepción estrecha de la ciencia de la conducta. Infortunadamente, no hay referencias a autores contemporáneos dentro del conductismo radical con escritos importantes sobre los fundamentos epistemológicos y conceptuales que efectivamente aclaren las dudas de DeGrandpre sobre dicha concepción estrecha.

Una conclusión es la existencia de más congruencias que divergencias entre los autores revisados provenientes de perspectivas diversas, especialmente sobre el carácter contextual y dialéctico del significado. Las implicaciones de las convergencias son relevantes para comprender que perspectivas aparentemente opuestas e incompatibles tienen aspectos complementarios.

Las convergencias en gran medida son comprensibles por cuanto los autores necesariamente al hablar de significado hablan de actividad humana, de forma que sus conclusiones no son siempre incompatibles. Por otra parte, las convergencias también se entienden pues varios de los autores revisados se basan a su vez en autores comunes, como Vygotski y Wittgenstein.

Cuando cada autor decide describir o definir las categorías, por ejemplo como lo hace Botella (2001), se observan equivalencias en categorías como método científico, objetividad, realismo y positivismo lógico. De igual manera éstas se hacen equivalentes a conductismo, como si fuera una única categoría, sin discriminar en su interior los modelos mediacionales de los no mediacionales, lo cual hace una diferencia importante que resulta inconveniente seguir manteniendo en comunidades académicas.

La formulación que hace DeGrandpre del significado es interesante siempre y cuando no conduzca a un nuevo modelo mediacional al hablar de formas directas o indirectas del efecto de las consecuencias de las acciones, es decir de la selección por consecuencias. En sus palabras, la historia experiencial completa reposa entre la interpretación directa y la indirecta y las consecuencias alteran la probabilidad de la conducta pero sólo en forma indirecta a través del significado de los eventos y objetos en la relación de contingencia. Si el significado se vuelve una nueva variable mediadora entre la conducta y el ambiente, es decir media en el proceso de selección por consecuencias, entonces queda por fuera de la categoría de ser propiedad o dimensión del proceso conductual, es decir se excluye del proceso conductual.

Desde el análisis del comportamiento, como se ha visto en el curso del escrito, el significado no se ha abordado como tradicionalmente lo ha hecho la psicología general, la cual en general asume modelos mediacionales. Ghezzi y Lyons (1997) describen la diferencia y hacen alusión a las implicaciones de reducir la actividad psicológica a palabras, cuando el significado se convierte en un tipo de contraparte mental de una vasta red de palabras y sus referentes.

Acerca del conflicto sobre la universalidad de los procesos psicológicos, Bruner y Gergen, entre otros, tienen dificultad para ver compatibilidades entre las ciencias sociales y el análisis del comportamiento, básicamente por su insistencia en relacionarlo con el positivismo lógico. Es importante recordar que tanto Kantor (1959), desde el interconductismo, como Skinner (1953, 1975), desde el conductismo radical, reconocieron ampliamente la ciencia como una construcción social, es decir como una forma de construir conocimiento sobre un objeto de interés dado en la interacción en un sistema social y aclararon en su respectivo momento sus distancias con el positivismo lógico. El problema radica en que una vez se construyen ciertas categorías, es probable que nos comportemos de acuerdo con ellas, por ejemplo, no volvemos a leer literatura diferente a las mismas. Esto dificulta el diálogo o acercamiento entre las distintas categorías, al cual se refieren Gergen y cols. (1996) y facilita la proliferación de lenguajes psicológicos con términos comunes pero con significados diferentes, como el caso de los conceptos centrales en este escrito: significado, reforzamiento, conducta y relación funcional.

Un diálogo entre las psicologías sólo es posible alrededor de prácticas concretas, entre ellas estarían: revisar las interpretaciones que unas hacen de las otras, leer fuentes primarias (además de primarias, revisar la evolución del pensamiento del autor), intentar traducciones legítimas que permitan “comprender” el significado de los términos en cada marco conceptual, analizar a cada autor desde su contexto histórico-social y sus intereses de indagación particulares, acordar las categorías de análisis y las unidades de análisis desde las cuales y sobre las cuales se dialogará.

El multiverso es una realidad social y no puede ser equivalente a Torre de Babel ni a diálogo de sordos (la situación actual de violencia sociopolítica en Colombia es evidencia de lo infructífera que resulta esa equivalencia). Si se acepta la necesidad de una cooperativa psicológica y de una psicología global de significado práctico (Gergen y cols., 1996), los discursos podrían no ser tan “incompatibles” y más bien complementarse alrededor de situaciones problemáticas concretas.

Autores como Zaccaria (1999) han escrito sobre la convergencia entre perspectivas analíticas y hermenéuticas; desde las primeras se han superado limitaciones del positivismo lógico, el formalismo radical y la teoría atomista de la referencia, mientras del lado de la tradición filosófica hermenéutica se ha reemplazado la centralidad en el sujeto con la centralidad en la dimensión de intersubjetividad del lenguaje, y parafraseando a Jubés, Laso y Ponce (2001), si los unos afirman haber superado los escollos de los otros, las críticas de los unos a los otros necesitan cambiar, especialmente cuando los criterios de verdad se reemplazan, como lo afirma Ibáñez (1992) por los criterios de la filosofía pragmatista -esto es, el valor de uso.

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